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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 93

La ley eterna

ARTÍCULO 1

 

La ley eterna

 

 

Objeciones por las que parece que la ley eterna no es la razón suprema existente en Dios.

 

1. La ley eterna es solamente una. En cambio, las razones de las cosas existentes en la mente divina son muchas, pues dice San Agustín en su libro Octoginta trium quaest. que Dios creó las cosas según la propia razón de cada una. Luego no parece que la ley eterna sea igual a la razón existente en la mente divina.

 

2. Como ya dijimos, es esencial a la ley su promulgación verbal. Pero en Dios la Palabra o Verbo es un término personal, mientras que la razón es un término esencial, como se expuso en la Parte primera. Luego la ley eterna no es lo mismo que la razón divina.

 

3. San Agustín escribe en el libro De vera religione: Es claro que sobre nuestra mente existe una ley, que es la verdad. Mas la ley que existe por encima de nuestra mente es la ley eterna. Luego la verdad es la ley eterna. Pero como la noción de verdad y de razón no son lo mismo, así tampoco la ley eterna se identifica con la suprema razón.

 

Contra esto: Está lo que San Agustín escribe en I De lib. arb.: La ley eterna es la razón suprema a la que siempre hay que someterse.

 

Solución: Así como en cualquier artífice preexiste la razón de cuanto produce con su arte, así en el cualquier gobernante debe preexistir la razón directiva de lo que han de hacer los que están sometidos a su gobierno. Y al igual que la razón de lo que se produce mediante el arte se llama precisamente arte o idea ejemplar de la obra artística, así la razón de quien gobierna los actos de sus súbditos es lo que se llama ley, teniendo en cuenta las demás condiciones, que ya dijimos, sobre el concepto de ley. Ahora bien, por su sabiduría Dios es creador de todas las cosas, con las que se relaciona como un artífice respecto de sus artefactos, según expusimos en la Parte primera. Él es además quien gobierna todos los actos y movimientos que se producen en cada una de las criaturas, como también dijimos en la misma Primera Parte. Por consiguiente, la razón de la divina sabiduría, en cuanto por medio de ella son creadas todas las cosas, tiene la condición de arte o de idea ejemplar; y así, en cuanto mueve todas esas cosas a su fin propio, tiene naturaleza de ley. Y según esto, la ley eterna no es otra cosa que la razón de la sabiduría divina en cuanto principio directivo de todos los actos y movimientos.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. San Agustín habla en ese pasaje de las razones ideales que corresponden a la naturaleza propia de cada una de las cosas; por eso en tales ideas se encuentra cierta distinción y pluralidad en función de su relación a cosas distintas, como vimos en la Parte Primera. La ley, en cambio, según lo ya dicho, tiene por objeto dirigir los actos al bien común. Pero cosas que en sí mismas son distintas pueden considerarse como una sola en la medida en que se ordenan a algo común. Por eso la ley eterna, que es principio de esta ordenación, es una solamente.

 

2. En una palabra cualquiera se pueden considerar dos aspectos: La palabra misma y lo que con ella se significa. Así, la palabra oral es la proferida por la boca del hombre, con el cual se expresa todo lo que se significa con palabras humanas. Y lo mismo pasa con la palabra mental humana, que no es sino algo concebido por la mente con lo que el hombre expresa interiormente lo que piensa. Pues bien, en Dios la misma Palabra que es una concepción intelectiva del Padre, es término personal, y, sin embargo, se expresa con él cuanto hay en la ciencia del Padre, ya sea esencial o personal, ya también las obras de Dios, como queda claro en San Agustín, XV De Trin. Y entre las restantes cosas expresadas por esta Palabra está también la ley eterna. Pero de esto no se sigue que la ley eterna sea en Dios un atributo personal. Si bien se atribuye al Hijo, por la afinidad que hay entre razón y palabra.

 

3. La razón del entendimiento divino guarda con las cosas mismas una relación diferente de la que guarda el intelecto humano. Porque el entendimiento humano es mensurado por las cosas, de modo que los conceptos humanos no son verdaderos por sí mismos, sino en cuanto se ajustan a las cosas; y así el juicio humano es verdadero o falso según que las cosas sean o no sean. En cambio, el entendimiento divino es medida de las cosas, pues cada cosa es verdadera en cuanto imita al entendimiento divino, según expusimos en la Parte Primera. Por eso el entendimiento divino es verdadero por sí mismo. Y, en consecuencia, la razón divina es la verdad misma.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva