La ley eterna
Objeciones por las que parece que la ley eterna no es
la razón suprema existente en Dios.
1. La ley eterna es solamente una. En cambio, las
razones de las cosas existentes en la mente divina son
muchas, pues dice San Agustín en su libro Octoginta
trium quaest. que Dios creó las cosas según la
propia razón de cada una. Luego no parece que la ley
eterna sea igual a la razón existente en la mente divina.
2. Como ya dijimos, es esencial a la ley su
promulgación verbal. Pero en Dios la Palabra o Verbo es un
término personal, mientras que la razón es un término
esencial, como se expuso en la Parte primera. Luego
la ley eterna no es lo mismo que la razón divina.
3. San Agustín escribe en el libro De vera
religione: Es claro que sobre nuestra mente existe
una ley, que es la verdad. Mas la ley que existe por
encima de nuestra mente es la ley eterna. Luego la verdad
es la ley eterna. Pero como la noción de verdad y de razón
no son lo mismo, así tampoco la ley eterna se identifica
con la suprema razón.
Contra esto: Está lo que San Agustín escribe en I
De lib. arb.: La ley eterna es la razón suprema a
la que siempre hay que someterse.
Solución: Así como en cualquier artífice preexiste la
razón de cuanto produce con su arte, así en el cualquier
gobernante debe preexistir la razón directiva de lo que
han de hacer los que están sometidos a su gobierno. Y al
igual que la razón de lo que se produce mediante el arte
se llama precisamente arte o idea ejemplar de la obra
artística, así la razón de quien gobierna los actos de sus
súbditos es lo que se llama ley, teniendo en cuenta las
demás condiciones, que ya dijimos, sobre el concepto de
ley. Ahora bien, por su sabiduría Dios es creador de todas
las cosas, con las que se relaciona como un artífice
respecto de sus artefactos, según expusimos en la Parte
primera. Él es además quien gobierna todos los actos y
movimientos que se producen en cada una de las criaturas,
como también dijimos en la misma Primera Parte. Por
consiguiente, la razón de la divina sabiduría, en cuanto
por medio de ella son creadas todas las cosas, tiene la
condición de arte o de idea ejemplar; y así, en cuanto
mueve todas esas cosas a su fin propio, tiene naturaleza
de ley. Y según esto, la ley eterna no es otra cosa que la
razón de la sabiduría divina en cuanto principio directivo
de todos los actos y movimientos.
Respuesta a las objeciones:
1. San Agustín habla en ese pasaje de las razones
ideales que corresponden a la naturaleza propia de cada
una de las cosas; por eso en tales ideas se encuentra
cierta distinción y pluralidad en función de su relación a
cosas distintas, como vimos en la Parte Primera. La
ley, en cambio, según lo ya dicho, tiene por objeto
dirigir los actos al bien común. Pero cosas que en sí
mismas son distintas pueden considerarse como una sola en
la medida en que se ordenan a algo común. Por eso la ley
eterna, que es principio de esta ordenación, es una
solamente.
2. En una palabra cualquiera se pueden considerar dos
aspectos: La palabra misma y lo que con ella se significa.
Así, la palabra oral es la proferida por la boca del
hombre, con el cual se expresa todo lo que se significa
con palabras humanas. Y lo mismo pasa con la palabra
mental humana, que no es sino algo concebido por la mente
con lo que el hombre expresa interiormente lo que piensa.
Pues bien, en Dios la misma Palabra que es una concepción
intelectiva del Padre, es término personal, y, sin
embargo, se expresa con él cuanto hay en la ciencia del
Padre, ya sea esencial o personal, ya también las obras de
Dios, como queda claro en San Agustín, XV De Trin.
Y entre las restantes cosas expresadas por esta Palabra
está también la ley eterna. Pero de esto no se sigue que
la ley eterna sea en Dios un atributo personal. Si bien se
atribuye al Hijo, por la afinidad que hay entre razón y
palabra.
3. La razón
del entendimiento divino guarda con las cosas mismas una
relación diferente de la que guarda el intelecto humano.
Porque el entendimiento humano es mensurado por las cosas,
de modo que los conceptos humanos no son verdaderos por sí
mismos, sino en cuanto se ajustan a las cosas; y así
el juicio humano es verdadero o falso según que las
cosas sean o no sean. En cambio, el entendimiento divino
es medida de las cosas, pues cada cosa es verdadera en
cuanto imita al entendimiento divino, según expusimos en
la Parte Primera. Por eso el entendimiento divino
es verdadero por sí mismo. Y, en consecuencia, la razón
divina es la verdad misma. |