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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 93

La ley eterna

ARTÍCULO 6

 

Todas las cosas humanas, ¿están sujetas a la ley eterna?

 

Objeciones por las que parece que no todas las cosas humanas están sujetas a la ley eterna.

 

1. El Apóstol dice en Gal 5: Si os dejáis conducir por el Espíritu, ya no estáis bajo la ley. Mas los justos, que son hijos de Dios por adopción, son guiados por el Espíritu, según aquello de Rom 8: Los que son movidos por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Luego no todos los hombres están bajo la ley eterna.

 

2. En Rom. 8 dice el Apóstol: La prudencia de la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios. Pero hay muchos hombres en quienes domina la prudencia de la carne. Luego no todos los hombres están sujetos a la ley eterna, que es ley de Dios.

 

3. Dice San Agustín en I De lib. arb., que la ley eterna es aquella que a los malos hace merecer la condenación y a los buenos la vida bienaventurada. Ahora bien, ni los bienaventurados ni los condenados están ya en estado de merecer. Luego no están sujetos a la ley eterna.

 

Contra esto: Está lo que dice San Agustín en XIX De civ. Dei : Nada se sustrae a las leyes del supremo creador y ordenador, que administra la paz en el universo.

 

Solución: Como ya expusimos, una cosa puede estar sujeta a la ley eterna de dos maneras. Primera, participando de ella por vía de conocimiento; segunda, participando por vía de acción y de pasión en calidad de principio motor intrínseco. De esta segunda manera están sujetas a la ley eterna las criaturas irracionales, como dijimos antes. En cambio, la naturaleza racional, como, además de lo común con las demás criaturas, tiene la peculiaridad de su condición racional, se encuentra sometida a la ley eterna de ambas maneras, porque posee en cierto modo la noción de ley eterna, como ya vimos; y además en cada una de las criaturas racionales hay una inclinación natural hacia lo que está en consonancia con la ley eterna, pues estamos por naturaleza inclinados a la virtud, según se dice en II Ethic.

Sin embargo, ambas maneras son imperfectas y en cierta medida corrompidas en los malos; en ellos la inclinación natural a la virtud está estragada por el vicio, y el mismo conocimiento natural del bien se encuentra oscurecido por las pasiones y los hábitos de pecado. Por el contrario, en los buenos, ambos modos aparecen más perfectos, porque al conocimiento natural del bien se añade en ellos el conocimiento de la fe y de la sabiduría, y a la inclinación natural al bien se junta el impulso interior de la gracia y de la virtud.

Así, pues, los buenos están perfectamente sometidos a la ley eterna, porque siempre obran en conformidad con ella. Por su parte, los malos también se someten a la ley eterna de manera ciertamente defectuosa en cuanto a sus acciones, puesto que la conocen imperfectamente e imperfecta es su inclinación al bien; pero lo que les falta en el plano de la acción se suple en el plano de la pasión, puesto que padecen lo que la ley eterna dispone sobre ellos en la medida en que rehúyen hacer lo que conviene a la ley eterna. Por eso dice San Agustín en I De lib. Arb.: Pienso que los justos obran bajo el influjo de la ley eterna. Y en su obra De cathequizandis rudibus dice que Dios, para justo castigo de las almas que le abandonan supo dotar de leyes muy convenientes las partes inferiores de su creación.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. Estas palabras del Apóstol pueden interpretarse de dos maneras. En primer lugar, entendiendo la expresión «estar bajo la ley» en el sentido del que se somete a la ley a disgusto, como a una carga. Por lo que, a este propósito, dice la Glosa que está bajo la ley el que se abstiene de las obras malas, no por amor a la justicia, sino por temor al castigo con que la ley amenaza. Y, de este modo, los hombres espirituales no están sometidos a la ley, puesto que cumplen voluntariamente lo que manda la ley bajo el impulso de la caridad que el Espíritu Santo infunde en sus corazones. En segundo lugar, pueden interpretarse también como si las obras del hombre que es movido por el Espíritu Santo fueran más bien obras del Espíritu Santo que del mismo hombre. Y, puesto que el Espíritu Santo no está sometido a la ley, como tampoco el Hijo, según dijimos, se sigue que estas obras, en cuanto lo son del Espíritu Santo, no están bajo la ley. Y esto lo ratifica el Apóstol cuando dice en 2 Cor 3: Donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad.

 

2. La prudencia de la carne no puede sujetarse a la ley de Dios desde el punto de vista activo, ya que impulsa a acciones contrarias a la ley divina. En cambio sí se sujeta pasivamente a la ley de Dios, puesto que merece padecer el castigo según la ley de la justicia divina. Sin embargo, en ningún hombre domina la ley de la carne de tal modo que destruya todo el bien de la naturaleza. Por eso, siempre queda en el hombre una inclinación a hacer lo que pide la ley eterna. Pues ya vimos antes que el pecado no destruye todo el bien de la naturaleza.

 

3. La misma causa que mueve al fin mantiene en la posesión del fin; como un cuerpo pesado descansa en un lugar inferior por la gravedad que lo arrastra hacía abajo. Por eso se dice que, cuando alguno en virtud de la ley eterna merece la bienaventuranza o la condenación, mediante esa misma ley se mantiene en uno u otro destino. Y en este sentido tanto los bienaventurados como los condenados están sujetos a la ley eterna.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva