¿Fue buena la ley antigua?
Objeciones por las que parece que no fue buena la ley
antigua.
1. En Ezequiel 20 se dice: Yo les he dado preceptos
no buenos, decretos en los que no tendrán vida. Ahora
bien, una ley no se llama buena sino por la bondad de los
preceptos que contiene; luego la ley antigua no fue buena.
2. Además, según San Isidoro, es propio de la ley
fomentar el bien común; pero la ley vieja no fue saludable,
sino la mortífera y el dañina, como dice el Apóstol, en
Rom 7: Sin la ley, el pecado estaba muerto. Y yo viví
algún tiempo sin ley, pero, habiendo llegado el precepto,
revivió el pecado y yo quedé muerto. Y en Rom 5: Se
introdujo la ley para que abundara el pecado. Por
tanto la ley antigua no fue buena.
3. También es propiedad de la ley el que sea posible
su observancia, tanto si se atiende a su naturaleza como a
las costumbres de aquellos a quienes se impone. Mas no fue
ésta la condición de la ley vieja, según lo que dice San
Pedro en Act 15: Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios
queriendo imponer sobre el cuello de los discípulos un
yugo que ni nuestros padres ni nosotros fuimos capaces de
soportar? No parece, pues, que la ley vieja haya sido
buena.
Contra esto: Está lo que dice el Apóstol en Rom 7:
Así pues, la ley es santa, y el precepto santo, y justo, y
bueno.
Solución: Sin duda alguna la ley antigua fue buena. De
la misma manera que una doctrina se muestra como verdadera
por cuanto concuerda con la recta razón, así una ley se
prueba que es buena por estar conforme con la razón. Ahora
bien, la ley antigua estaba conforme con la razón, porque
reprimía la concupiscencia, que contraría a la razón, como
se declara en aquel precepto de Ex 20 que dice: No
codiciarás los bienes de tu prójimo. De esta manera
prohibía la ley todos los pecados que contradicen la razón;
de donde se pone de manifiesto que la ley era buena. Ésta
es la razón alegada por el Apóstol en Rom 7: Me deleito,
dice, en la ley de Dios según el hombre interior. Y
antes: Reconozco que la ley es buena.
Mas conviene notar que el bien tiene diversos grados,
según dice Dionisio en De div. nom., IV: Hay un
bien perfecto y un bien imperfecto. La bondad perfecta se
halla en las cosas que, estando ordenadas a un fin, son
suficientes para alcanzarlo. La bondad imperfecta es
aquella que contribuye a la consecución del fin, pero sin
ser suficiente para lograrlo. Así, la medicina es perfecta
en cuanto sana al hombre; imperfecta, si no puede sanarlo
pero ayuda para que el hombre la alcance. Ahora bien, es
preciso saber que uno es el fin de la ley humana, y otro
el de la divina. Es el fin de la ley humana la
tranquilidad del Estado temporal. Esto lo alcanza
cohibiendo los actos exteriores en lo referente a los
males que pueden alterar la paz del Estado. Pero el fin de
la ley divina consiste en conducir a los hombres al fin de
la eterna felicidad, lo que es impedido por cualquier
pecado y acto, sea exterior, sea interior. Por esto, lo
que basta para la perfección de la ley humana, a saber,
que prohíba los pecados y señale su castigo, no es
suficiente para la perfección de la ley divina. De ésta se
exige que haga al hombre totalmente capaz de alcanzar la
felicidad eterna, la cual no puede lograrse a no ser por
la gracia del Espíritu Santo, mediante la cual se
derrama la caridad en nuestros corazones. En esta caridad
consiste el cumplimiento de la ley. Así se lee en Rom 6:
Gracia de Dios es la vida eterna. Esta gracia no la
podía proporcionar la ley antigua, pues estaba reservada a
Cristo, según se dice en Jn 1: Porque la ley fue
dada por Moisés; la gracia y la verdad vino por Jesucristo.
De donde se sigue que la ley antigua es buena pero
imperfecta, según aquello de Heb 7: La ley no condujo
nada a la perfección.
Respuesta a las objeciones:
1. El Señor habla allí de los preceptos
ceremoniales, los cuales se califican de no buenos
porque no conferían la gracia, mediante la cual serían los
hombres limpios del pecado; antes por ellos se pone de
manifiesto el pecado de los hombres. Por esto se habla
explícitamente de los decretos en los cuales no tendrán la
vida, pues por ellos no pueden alcanzar la vida de la
gracia. Y añade luego: Y los contaminé en sus ofrendas, es
decir, los mostré contaminados cuando ofrecían todo
primogénito en expiación de sus pecados.
2. De la ley se dice que mata, no como causa eficiente,
sino como causa ocasional, por su imperfección, por cuanto
no confería la gracia, con la cual podrían los hombres
cumplir lo que mandaba o evitar lo que prohibía. Y esta
ocasión no era otorgada por la ley, sino tomada por los
hombres; por donde dice en el mismo lugar el Apóstol:
Pues el pecado, con ocasión del mandato, me sedujo y por
él me mató. Por esta razón añade que se introdujo
la ley para que abundase el pecado; donde la
conjunción ut tiene un sentido consecutivo, no
causal. Los hombres, tomando ocasión de la ley, pecaron
más, y los pecados eran más graves después de la
prohibición de la ley. Entonces, la concupiscencia creció,
pues solemos codiciar más lo que nos está prohibido.
3. El yugo
de la ley no podía ser llevado sin la ayuda de la gracia,
que la ley no daba. Pues se dice en Rom 9: No es del
que quiere ni del que corre (esto es, querer y correr
según los preceptos de Dios), sino de Dios, que tiene
misericordia. Por esto se lee en el Salmo 118:
Corrí por el camino de tus mandamientos cuando ensanchaste
mi corazón, a saber, por el don de la gracia y de la
caridad. |