¿Justificaban los preceptos morales de la ley antigua?
Objeciones por las que parece que los preceptos
morales de la ley antigua justificaban.
1. Dice el Apóstol en Rom 2: No son justos ante
Dios los que oyen la ley; sino que serán justificados los
que la cumplen. Ahora bien, los cumplidores de la ley
son los que cumplen sus preceptos; luego los preceptos de
la ley cumplidos justificaban.
2. Se dice en el Lev 18: Guardad mis leyes y mis
mandamientos: el que los cumpliere vivirá por ellos.
Pero la vida espiritual del hombre proviene de la justicia;
luego el cumplimiento de los preceptos de la ley
justificaba.
3. La ley divina es más eficaz que la humana; pero la
ley humana justifica, pues se da cierta justicia en el
cumplimiento de sus preceptos; luego los preceptos de la
ley justificaban.
Contra esto: Está lo que dice el Apóstol en 2 Cor 3:
La letra mata; lo que, según San Agustín en De
spiritu et littera, se entiende de los preceptos
morales; luego estos preceptos no justificaban.
Solución: Como se llama «sano» ante todo y con
propiedad a lo que goza de salud, y después a lo que es
signo de la salud o la conserva, así se llama «justificación»
primero y con propiedad el cumplimiento de la justicia,
pero luego, aunque impropiamente, se aplica a lo que es
signo de la justicia o dispone para ella. De estos dos
modos es claro que justificaban los preceptos de la ley,
los cuales, por una parte, preparaban a los hombres para
recibir la gracia de Cristo, que justifica, y por otra, la
significaban, porque, como dice San Agustín en Contra
Faustum, incluso la vida de aquel pueblo era profética y
figurativa de Cristo.
Pero, si hablamos de la justificación propiamente dicha,
la justicia puede considerarse que se entiende como hábito
o como acto, y, según esto, la justificación se toma en
dos sentidos: como propiedad del hombre que se hace justo
adquiriendo el hábito de la justicia o del que practica
obras de justicia. En este último sentido, justificación
no es otra cosa que el ejercicio de la justicia. Además,
la justicia, igual que las otras virtudes, puede ser
adquirida e infusa, como queda dicho. La adquirida es
causada por las obras; la infusa es causada por Dios mismo
mediante su gracia. Esta es la verdadera justicia, de la
que ahora hablamos, por la cual es uno justo ante Dios,
según aquello de Rom 4: Si Abrahán fue justificado por
las obras de la ley, tiene de qué gloriarse, pero no ante
Dios. Ahora bien, esta justicia no puede ser producida
por la práctica de los preceptos morales de la ley, que
versan sobre actos humanos. Por consiguiente, ni los
preceptos morales podían justificar, causando la justicia.
Pero, si la justificación se toma por la práctica de la
justicia, en ese sentido todos los preceptos de la ley
justificaban, aunque de diverso modo. Pues los preceptos
ceremoniales contenían la justicia en general, por cuanto
miraban al culto de Dios; pero en especial no contenían la
justicia, sino sólo mediante la determinación de la ley
divina. Por esto se dice de estos preceptos que no
justificaban sino por la devoción y obediencia de quienes
los practicaban. Los preceptos morales y judiciales
contenían lo que de suyo es justo, o en general o aun en
especial; pero los morales contenían lo que de suyo es
justo según la justicia general, que abarca toda
virtud, como se dice en V Ethic. Los
preceptos judiciales pertenecen a la justicia especial,
que trata de los contratos de los hombres entre sí.
Respuesta a las objeciones:
1. El Apóstol tomó ahí justificación por cumplimiento
de la justicia.
2. El hombre que cumple los preceptos de la ley, puede
decirse que vive en ellos, pues no incurría en la pena de
muerte que la ley infligía a los transgresores. En este
sentido trae la cita el Apóstol en Gal 3.
3. Los
preceptos de la ley humana causan la justicia adquirida,
de la cual no tratamos ahora, sino sólo de la justicia que
nos hace justos ante Dios. |