¿Era conveniente distinguir otros preceptos morales además
de los del decálogo?
Objeciones por las que parece que no era conveniente
distinguir otros preceptos morales además de los del
decálogo.
1. Dice el Señor en Mt 22: En estos dos preceptos
de la caridad se resumen la ley y los profetas. Pero
estos dos preceptos están explicados en los diez del
decálogo; luego no era necesario dar otros preceptos
morales.
2. Los preceptos morales se distinguen de los
judiciales y de los ceremoniales, según se dijo. Pero las
determinaciones de los preceptos morales generales
pertenecen a los judiciales y ceremoniales, y los
preceptos morales generales están contenidos en el
decálogo o se presuponen al decálogo, como se dijo ya;
luego no se ve conveniente añadir otros preceptos morales
a los del decálogo.
3. Los preceptos morales versan sobre los actos de
todas las virtudes, como se dijo atrás. Pues, como se dan
en la ley preceptos morales fuera del decálogo sobre
latría, liberalidad, misericordia, castidad, así debían
darse preceptos sobre otras virtudes, por ejemplo, sobre
fortaleza, sobriedad, y otras tales; lo que, sin embargo,
no hallamos. Por tanto no están bien distinguidos en la
ley los otros preceptos morales fuera del decálogo.
Contra esto: Está lo que se dice en Sal 18: La ley
del Señor es inmaculada, convierte las almas. Pero
también por otros preceptos morales que se añaden al
decálogo el hombre se conserva sin mancha de pecado y su
alma se convierte a Dios; luego a la ley tocaba dar otros
preceptos morales.
Solución: Es manifiesto, por lo dicho antes, que los
preceptos judiciales y ceremoniales sólo tienen fuerza de
obligar por su institución, pues antes de ésta no
importaba que una cosa se hiciera de esta o de aquella
manera. Mas los preceptos morales reciben su eficacia del
mismo dictamen de la razón natural, y aunque jamás sean
establecidos por la ley. De éstos, hay una triple
gradación: unos son certísimos y tan evidentes que no
necesitan de promulgación, como son los preceptos del amor
a Dios y al prójimo y otros tales, como se ha dicho antes,
que son como fines de los otros preceptos, sobre los que
no cabe error en el juicio de la razón. Otros hay que son
más concretos, pero cuya razón el mismo pueblo alcanza a
ver al instante y con facilidad; pero como en ellos pueden
aún errar el juicio humano, por esto necesitan de
promulgación, y éstos son los preceptos del decálogo.
Otros hay cuya razón no a todos es manifiesta, sino sólo a
los sabios, y estos preceptos morales han sido añadidos al
decálogo y entregados por Dios al pueblo por medio de
Moisés y Aarón.
Mas porque los preceptos que son de suyo evidentes son
medios para conocer los que no lo son, por esto los
preceptos morales añadidos al decálogo se reducen a los de
éste a modo de suplemento. Así, por ejemplo, al primer
precepto, que prohíbe el culto de los otros dioses, se
añaden otros preceptos que prohíben cosas ordenadas al
culto de los ídolos, como se ve en Dt 18: No haya en ti
quien haga pasar por el fuego su hijo o una hija, ni quien
se dé al maleficio y a los encantamientos, ni consulte a
Pitones ni adivinos, ni busque la verdad entre los muertos.
El segundo precepto prohíbe el perjurio, al que se añade
la prohibición de la blasfemia en Lev 24 y de las
doctrinas falsas en Dt 13. Al precepto tercero se añaden
todos los ceremoniales. Al cuarto, que manda honrar a los
padres, se añade el de honrar a los ancianos, según se lee
en Lev 19: Álzate ante una cabeza blanca y honra la
persona del anciano, y en general todos los preceptos
que inducen a respetar a los mayores o a prestar favores,
sea a los iguales, sea a los menores. Al quinto precepto,
que prohíbe el homicidio, se añade la prohibición del odio
o de cualquier atentado contra el prójimo, según aquello
de Lev 19: No depongas contra la sangre de tu prójimo.
Asimismo, la prohibición del odio fraterno: No
aborrezcas a tu hermano en tu corazón. Al sexto
precepto, en que se condena el adulterio, se añade la
prohibición de la prostitución, según Dt 23: No habrá
meretriz entre las hijas de Israel, ni fornicador entre
los hijos de Israel. Y asimismo se prohíbe el vicio
contra naturaleza, según Lev 18: No te juntarás con
hombre, ni con bestia.
Al séptimo precepto, que condena el hurto, se añade la
prohibición de la usura, según el Dt 23: No darás a
usura a tu hermano; y la prohibición del fraude, según
el Dt 25: No tendrás en tu bolsa pesas diversas, y
en general todo cuanto tiende a cohibir la calumnia y la
rapiña. En el octavo precepto, que prohíbe el falso
testimonio, se añade la prohibición del juicio falso,
según Ex 23: En un juicio no te dejes arrastrar al mal
por la muchedumbre; la prohibición de la mentira:
Huye de toda mentira; la prohibición de la detracción,
según Lev 19: No vayas sembrando la difamación entre el
pueblo. A los otros dos preceptos no se hace adición
alguna, por cuanto en ellos la prohibición de la codicia
es universal.
Respuesta a las objeciones:
1. De los preceptos del decálogo, unos se ordenan al
amor de Dios y del prójimo por una razón de deber muy
manifiesta; otros por razón menos clara.
2. Los preceptos ceremoniales y judiciales son
determinaciones de los preceptos del decálogo en virtud de
su institución, no en virtud del instinto natural, como
los preceptos morales sobreañadidos.
3. Los
preceptos de la ley se ordenan al bien común, según
dijimos ya. Y porque las virtudes que ordenan a otro
pertenecen directamente al bien común, e igualmente la
castidad, por cuanto el acto de la generación sirve al
bien común de la especie, por esto se dan de estas
virtudes los preceptos del decálogo, y los otros añadidos.
De la fortaleza dan preceptos los capitanes, que exhortan
a los soldados en la guerra emprendida por el bien común,
como se ve en el Dt 20, donde se ordena que el sacerdote
diga al pueblo: No temáis, no os asustéis.
Igualmente, la prohibición de los actos de la gula se
encomienda a la autoridad del padre, por cuanto son
contrarios al bien familiar; por donde en el Dt 21 se
ponen en boca del padre estas palabras: No quiere
escuchar nuestras advertencias, se dedica a las orgías, a
la lujuria y a los banquetes. |