¿Tienen causa razonable las observancias ceremoniales?
Objeciones por las que parece que las observancias
ceremoniales no tienen causa alguna razonable.
1. Dice el Apóstol en 1 Tim 4: Toda criatura de
Dios es buena, y nada hay reprobable, tomado con acción de
gracias. Luego no hay razón para prohibir la comida de
ciertos alimentos por inmundos, como aparece en Lev 11.
2. Como se conceden al hombre los animales como
alimento, también se le dan las hierbas, según se dice en
Gen 9: Como las hierbas y las legumbres, así os he dado
toda carne. Pero en las plantas la ley no distingue
algunas impuras, porque las hay muy nocivas, como las
venenosas; luego parece que ni de los animales debieron
prohibirse algunos como impuros.
3. Si es inmunda la materia de la que algo se origina,
también parece que será inmundo lo que de ella es
engendrado. Ahora bien, de la sangre se forma la carne;
luego, ya que no se prohíben por impuras todas las carnes,
tampoco debió prohibirse la sangre, como tampoco la grasa,
que se forma de la sangre.
4. Dice el Señor en Mt 10 que no se han de temer los
que matan el cuerpo, porque después de la muerte no tienen
nada que hacer. Esto no sería verdadero si en daño del
hombre cediera lo que se hiciera de él. Mucho menos
importa al animal muerto de qué manera se cuezan sus
carnes. Luego no parece que haya razón para lo que se dice
en Ex 23: No cocerás un cabrito en la leche de su
madre.
5. Se manda consagrar al Señor, como más perfectos,
los primogénitos de los hombres y de los animales. Luego
no hay motivo para lo que se manda en Lev 19: Cuando
entrareis en la tierra y plantareis en ella árboles
frutales, quitaréis su prepucio, esto es, las primeras
yemas, y serán impuras para vosotros y no las comeréis.
6. El vestido es exterior al cuerpo del hombre; luego
no había por qué prohibir a los judíos ciertos vestidos;
por ejemplo, lo que se dice en Lev. 19: No vestirás
vestido tejido de dos hilos. Y en Dt 22: No vestirá
la mujer el vestido del varón, ni el varón el vestido de
la mujer. Y más abajo: No vestirás vestido tejido
de lana y lino.
7. La memoria de los mandamientos de Dios no pertenece
al cuerpo, sino al corazón; luego no parece apropiado lo
que se dice en Dt 6 que liguen los preceptos de Dios
como señal en su mano; que los escriban en los
dinteles de sus casas; que se pongan flecos en los
ángulos de sus mantos en los que aten bandas de color de
jacinto en memoria de los mandamientos de Dios, como
se dice en Núm 15.
8. Dice el Apóstol en 1 Cor 9 que Dios no tiene
cuidado de los bueyes ni, por consiguiente, de los
otros animales irracionales. No hay, pues, motivo para lo
que se manda en Dt 22: Si vas por un camino y
encuentras un nido de pájaros, no cogerás la madre con los
hijos. Y en Dt 25: No pondrás bozal al buey que
trilla. Y en Lev 19: No aparearás bestias de
diversa especie.
9. No se hacía distinción entre las plantas puras e
impuras. Luego mucho menos se debía hacer diferencia en el
cultivo de las mismas. Luego se manda sin razón en Lev 19:
No sembrarás el campo de diversas semillas. Y en Dt
22: No sembrarás en tu viña otras semillas y no
ararás con un buey y un asno.
10. Las cosas inanimadas parecen estar más sujetas al
dominio del hombre; luego sin motivo se aparta al hombre
de la plata y del oro, de que se fabricaban los ídolos, y
de otras cosas que hay en las casas de los ídolos, según
el precepto de la ley que aparece en Dt 7. Asimismo parece
ridículo lo que se manda en Dt 23: cubrir con tierra
las deposiciones del hombre en un hoyo.
11. La piedad es más necesaria en los sacerdotes.
Ahora bien, pertenece a la piedad la asistencia a los
funerales de los amigos, de lo cual es alabado por Tobías,
como consta en Tob 1. A veces también puede ser acto de
piedad recibir por mujer una meretriz, pues con esto se la
aparta del pecado y de la infamia. Luego no parece que
haya motivo para prohibir esto a los sacerdotes, según Lev
21.
Contra esto: Está lo que se dice en Dt 18: Tú has
sido instruido de otro modo por el Señor, tu Dios. De
donde puede inferirse que estas observancias fueran
instituidas por Dios como una especial prerrogativa del
pueblo. No son, pues, irracionales o sin causa.
Solución: Según queda dicho, el pueblo judío estaba
especialmente destinado al culto divino, y entre ellos, de
modo particular los sacerdotes. Y como las cosas
destinadas al culto divino deben distinguirse de lo demás,
porque toca a la honorabilidad del culto divino, así
también en la vida del pueblo, y sobre todo de los
sacerdotes, debía haber algo especial, espiritual o
corporal, que conviniese al culto divino. Además, el culto
de la ley era figura del misterio de Cristo, y así todos
los actos del culto simbolizaban algo referente a Cristo,
según 1 Cor 10: Todas las cosas les acontecían en
figura. De manera que las razones de las observancias
pueden asignarse de dos maneras: una, según su adecuación
al culto divino; otra, según que figuran algo tocante a la
vida cristiana.
Respuesta a las objeciones:
1. Dejamos dicho que la mancha o impureza
reconocida en la ley era doble: la una de culpa, que
manchaba el alma; y la otra proveniente de alguna
corrupción, que en cierto modo manchaba el cuerpo.
Hablando de la primera, no hay ningún tipo de comida
impura o que pueda naturalmente manchar al hombre, según
lo dicho en Mt 15: No mancha al hombre lo que entra por
la boca; pero lo que procede de la boca, eso sí que mancha
al hombre; y lo aplica a los pecados. Sin embargo,
algunos alimentos pueden, accidentalmente, manchar al
alma, porque van contra la obediencia o el voto, o por el
excesivo apetito con que se comen, o en cuanto fomentan la
lujuria; por lo cual se abstienen algunos de la carne y
del vino.
La impureza corporal proveniente de alguna corrupción la
llevan consigo algunas carnes de animales, o porque se
alimentan de cosas inmundas, como los puercos, o porque
viven en sitios inmundos, como los topos, que viven bajo
tierra, o los ratones u otros semejantes, que de aquí
contraen cierto hedor; o porque las carnes, a causa de la
excesiva humedad o sequedad, engendran en los cuerpos
humanos malos humores. Por esta razón prohíbe la ley las
carnes de los animales que tienen cascos, esto es, pezuñas
no hendidas, a causa de su condición terrestre. Igualmente
se prohíben las carnes de animales que tienen muchas
hendiduras en los pies, porque son demasiado coléricas y
ardientes, como las carnes del león y otras tales. Por la
misma razón se prohíben ciertas aves rapaces, que son
demasiado secas; y algunas acuáticas, por la excesiva
humedad; asimismo, los peces que no tienen aletas ni
escamas, como la anguila y otras tales, por el exceso de
humedad. Pero se permite comer las carnes de los animales
rumiantes, que tienen la pezuña hendida, porque sus
humores están bien distribuidos y son de complexión media,
ni muy húmedos, de lo que son indicio las pezuñas; ni
demasiado terrestres, pues no tienen la pezuña entera,
sino hendida. De los peces se permiten los más secos, lo
que se ve por las escamas y las aletas; de donde resulta
la complexión templada de los peces. De las aves se les
concedían las más templadas, como la gallina, la perdiz y
otras semejantes. Otra razón era la detestación de la
idolatría, pues los gentiles, y más los egipcios, entre
los cuales habían vivido (los judíos), inmolaban a sus
ídolos tales animales y usaban de ellos para sus
maleficios; y, en cambio, no comían los que a los judíos
eran permitidos, antes los veneraban como dioses, y por
esta causa se abstenían de ellos, como queda dicho. Una
tercera razón era suprimir la excesiva solicitud por lo
que toca a las comidas, y por eso se les concedía el uso
de aquellos animales que podían tener a mano más
fácilmente.
No obstante, había una prohibición general de comer la
sangre y la grasa de cualquier animal. De la sangre, para
evitar la crueldad y como rechazo al derramamiento de
sangre humana, según se dijo antes, y también para evitar
los ritos idolátricos, pues era costumbre de los gentiles
el juntarse en torno a la sangre para comer en honor de
los ídolos, a quienes consideraban que gustaba la sangre.
Por esto mandó el Señor que derramasen la sangre y la
cubriesen con polvo. Por las mismas razones estaba
prohibido comer la carne de los animales ahogados o
estrangulados, porque su sangre no estaba separada de la
carne y porque en tales muertes sufrían mucho los animales,
y el Señor quiso por este medio prohibir la crueldad con
los animales, para que rehuyesen así la crueldad con el
hombre, acostumbrados a ejercer la piedad con las bestias.
También prohibía comer la grasa, ya porque los idólatras
la comían en honor de sus dioses, ya porque se quemaba en
honor de Dios, ya también porque la sangre y la grasa son
indigestas, según argumenta rabí Moisés. La causa por que
se prohíbe comer los nervios se declara en Gén 32, donde
se dice que los hijos de Israel no comen el nervio
porque había tocado el ángel el nervio del muslo de Jacob,
que quedó entumecido.
La razón figurativa de estas observancias era que por
todos esos animales prohibidos se designaban algunos
pecados, figurados en los animales prohibidos. Por esto
dice San Agustín en Contra Faustum: Si se
pregunta sobre el cerdo y el cordero, uno y otro son por
naturaleza limpios, puesto que toda criatura de Dios es
buena; pero, por cierta significación, fue declarado puro
el cordero e impuro el cerdo, como si dijeras sabio y
necio. Estos dos vocablos, por la naturaleza del sonido,
de las letras y sílabas de que constan, son puros; pero,
por su significación, uno es puro y otro impuro. El
animal que rumia y tiene hendida la pezuña es puro por su
significación, porque la división de la pezuña significa
la división de los dos Testamentos, o el Padre y el Hijo,
o las dos naturalezas de Cristo, o la distinción del bien
y el mal. La rumia significa la meditación de las
Escrituras y la sana inteligencia de las mismas. Quien
carezca de estas cosas es espiritualmente impuro. Igual se
dice de los peces. Los que tienen escamas y aletas son
puros por su significación, pues las aletas significan la
vida alta, o contemplación; las escamas, la vida áspera, y
una y otra son necesarias para la limpieza espiritual.
También de las aves se prohíben ciertas especies. En el
águila, que vuela alto, se condena la soberbia; en el
quebrantahuesos, dañino al hombre y al caballo, la
crueldad de los poderosos; en el águila marina, que se
alimenta de avecillas, los que son gravosos a los pobres;
en el milano, que utiliza las asechanzas, el fraude; en el
buitre, que sigue los ejércitos esperando devorar los
cadáveres de los muertos, se significan los que fomentan
las sediciones y muertes de los hombres para enriquecerse;
en los cuervos, los infamados por darse a los placeres, o
los que carecen de todo buen sentimiento, pues el cuervo,
echado del arca, no volvió a ella. Por el avestruz, que,
siendo ave, no es capaz de volar, sino que siempre está en
tierra, se significan los que en el servicio de Dios se
enredan en negocios mundanos; por la lechuza, que de noche
goza de penetrante vista y en el día no ve nada, se
significan los que en los negocios temporales son astutos,
pero torpes en los espirituales; por la gaviota, que vuela
en el aire y nada en el agua, se designan los que veneran
la circuncisión y el bautismo o los que pretenden volar
por la contemplación y viven, no obstante, en las aguas de
los placeres. El halcón, que sirve a los hombres en la
caza, significa a los que sirven a los poderosos para
despojar a los pobres; el búho, que busca en la noche su
alimento y durante el día está escondido, significa a los
lujuriosos, que buscan ocultarse en la noche para sus
obras; el cuervo marino, que es capaz de permanecer mucho
tiempo sumergido en las aguas, significa a los golosos,
sumergidos en las aguas de los placeres; el ibis, ave que
mora en África, de largo pico y que se alimenta de
serpientes, es quizá la misma que la cigüeña, y significa
a los envidiosos, que se nutren de los males ajenos, como
de serpientes; el cisne es de color blanco y con el cuello
largo que tiene saca su comida de lo profundo de la tierra
o de las aguas, y puede significar a los hombres que, con
la blancura de la justicia exterior, buscan sus ganancias
terrenas; el pelicano, ave que mora en las partes
orientales, de pico largo y que debajo del cuello tiene
una bolsa, en que deposita la comida que después traslada
al vientre, significa a los avaros, que con solicitud
inmoderada amontonan lo necesario para la vida; el calamón,
que, además de lo que tienen las otras aves, posee un pie
ancho para nadar, otro hendido para caminar, porque, como
los ánades, nada en el agua y, como las perdices, camina
por la tierra, y bebe metiendo el alimento en el agua,
significa a los que nada quieren hacer por el juicio ajeno,
sino únicamente lo que fuere teñido por el agua de la
propia voluntad. La garza, vulgarmente llamada halcón,
significa a los de pies veloces para derramar sangre; por
el andarríos, ave parlanchina, designa a los locuaces; la
abubilla, que hace su nido entre el estiércol, se alimenta
del hediondo abono y en su canto imita un gemido, designa
la tristeza del siglo, que causa la muerte a los hombres
impuros; el murciélago, que revolotea a ras de tierra,
significa a los que, dotados de la ciencia profana, sólo
gustan de las cosas terrenas. De los volátiles y
cuadrúpedos sólo concedía la ley los que tienen las
extremidades posteriores largas para poder saltar. Pero
los que viven más pegados a la tierra están prohibidos,
porque aquellos que abusan de la doctrina de los cuatro
evangelios y no se levantan a lo alto con ella, se
consideran impuros. Por la sangre, la grasa y el nervio se
entiende prohibida la crueldad, la voluptuosidad y la
tenacidad para pecar.
2. Ya antes del diluvio les fue concedido a los
hombres alimentarse de plantas y de las otras cosas que
nacen de la tierra; pero la comida de carnes parece que se
introdujo después del diluvio, según Gen 9: Como las
hierbas y las legumbres, así os di toda carne; y esto
porque el uso de los alimentos que brotan de la tierra es
propio de una vida frugal, mientras que el comer carnes es
propio de una vida más sibarítica y refinada. La tierra
produce espontáneamente hierba, o con poco esfuerzo se
puede uno procurar en abundancia todo lo que nace de la
tierra; pero los animales hay que criarlos con bastante
dedicación o cazarlos. Y por eso el Señor, queriendo
reducir a su pueblo a una vida sencilla, les prohibió
muchas especies de animales, pero ninguna de las plantas
que nacen de la tierra. También porque los animales eran
inmolados a los ídolos, pero no los productos de la tierra.
3. Es clara la respuesta por lo dicho.
4. Aunque el cabrito muerto no sienta cómo son cocidas
sus carnes, sin embargo, parece señal de crueldad que la
misma leche que le alimentó se emplee en la preparación de
la misma carne. También se puede decir que los gentiles,
en las solemnidades de sus ídolos, cocían así las carnes
de los cabritos para inmolarlos o para comerlos. Por esto
en Ex 23, después del decreto sobre las solemnidades que
habían de celebrarse según la ley, añade: No cocerás el
cabrito en la leche de su madre.
La razón figurativa de esta prohibición es que el cabrito
prefiguraba a Cristo por la semejanza de la carne de
pecado, y no debía ser cocido por los judíos, es decir,
muerto, en la leche de la madre, esto es, durante su
infancia. O también significa que el cabrito es el pecador,
que no ha de ser cocido en la leche de la madre, esto es,
que no ha de ser tratado con halagos.
5. Los gentiles ofrecían a sus dioses los frutos
primeros, que estimaban afortunados, o los quemaban para
ciertas ceremonias mágicas. Por esto se mandó que los
frutos de los tres primeros años se considerasen impuros.
Casi todos los árboles de aquella tierra que se obtienen
por semilla, injerto o plantío, dan fruto a los tres años.
Rara vez ocurre que los huesos de las frutas o las
semillas se siembren; éstos tardan más en dar fruto; pero
la ley mira a lo que sucede más frecuentemente. Los frutos
del año cuarto, como primicias de frutas puras, eran
ofrecidos a Dios; a partir del quinto año podían ya
comerse.
La razón figurativa era que, después de los tres períodos
de la ley, el uno desde Abrahán hasta David; otro desde
David hasta la cautividad babilónica, y el tercero hasta
Cristo, había de ofrecerse a Dios Cristo, que es el fruto
de la ley. O que las primeras obras nuestras deben ser
consideradas sospechosas por nosotros a causa de su
imperfección.
6. Se dice en Eclo 19: El vestido del cuerpo da a
conocer al hombre. Por esto quiso el Señor que su
pueblo se distinguiera de los otros pueblos no sólo por la
circuncisión, hecha en la carne, sino también por el
particular modo de vestir. Y así se les prohibió usar
vestidos tejidos de lana y lino y que las mujeres usaran
traje de hombre, y viceversa. Y esto por dos razones:
primera, por evitar el culto idolátrico. Tales vestidos,
tejidos de varias materias, los usaban los gentiles en el
culto de sus dioses, y en el culto de Marte las mujeres
usaban las armas de los hombres, y, al contrario, en el de
Venus, los hombres usaban vestidos de mujer. Otra razón
era la de evitar la lujuria, pues por la prohibición de
estos cambios de vestido se reprimía toda desordenada
unión coital. El que la mujer se vista de hombre, o al
revés, es incentivo para la concupiscencia y ocasión
libidinosa.
La razón figurativa es que en el vestido tejido de lana y
lino se prohíbe la unión de la simplicidad y de la
inocencia, figurada en la lana, con la sutileza y malicia,
figurada por el lino. Se prohíbe también que la mujer
usurpe el oficio de enseñar, u otros propios del varón, o
que éste se deje llevar de los refinamientos propios de
las mujeres.
7. Dice San Jerónimo en Super Math. que el
Señor mandó que en los cuatro ángulos de sus mantos
añadiesen los hijos de Israel flecos de color de jacinto
para distinguirse de los otros pueblos. De manera que
por esto eran reconocidos como judíos, y la vista de esta
señal les traía a la memoria su ley.
Lo que se dice: Los ligarás a tu mano y estarán siempre
ante tus ojos, lo interpretaban mal los fariseos, que en
membranas escribían el decálogo de Moisés y lo ataban a la
frente, como una diadema, que se movía ante sus ojos,
siendo así que la intención del Señor había sido que
uniesen los mandamientos a su mano, es decir, cuando
obrasen; que los llevasen ante los ojos, esto es, que los
meditasen. Los flecos de jacinto que debían aplicarse a
los mantos, significan la intención celestial que debe ir
unida a todas nuestras obras. Se puede decir que, como
aquel pueblo era carnal y de dura cerviz, convenía también
por estos medios sensibles moverlo a la observancia de la
ley.
8. Es doble el afecto del hombre: uno racional, y
pasional el otro. Por lo que mira al primero, poco importa
cómo se conduzca con los animales brutos que Dios sometió
a su dominio, según aquello de Sal 8: Todo lo pusiste
bajo sus pies. Conforme a esto, dice el Apóstol que
Dios no tiene cuidado de los bueyes, porque Dios no
pide cuentas al hombre sobre su conducta con los bueyes o
con los otros animales.
Pero, en cuanto al afecto pasional, el hombre lo
experimenta también hacia otros animales; pues como la
pasión de la misericordia nace de ver los dolores ajenos,
y los animales brutos experimentan también dolores, puede
también el hombre sentir misericordia de los sufrimientos
de los animales. Ahora bien, el que está hecho a sentir
compasión de los animales, más dispuesto se halla para
sentirla de los hombres. Por esto se dice en Prov 12:
Provee el justo a las necesidades de sus bestias, pero las
entrañas de los impíos son crueles. Pues, para mover a
compasión al pueblo hebreo, que era inclinado a la
crueldad, quiso el Señor ejercitarlos en la misericordia
con los animales brutos, prohibiéndoles hacer con ellos
todo cuanto tiene aspecto de crueldad. Por esto les
prohibió cocer un cabrito en la leche de su madre;
que no pusieran bozal al buey que trilla, y que
no matasen a la madre con sus hijos. Todavía se podría
decir también que estas prohibiciones se hicieron en
aborrecimiento de la idolatría; pues los egipcios
consideraban cosa nefanda que los bueyes, al trillar,
comiesen de la era. Y algunos hechiceros usaban de la
madre que incuba los huevos, y de los pollos cogidos con
la madre, para procurar la fecundidad y el éxito en la
crianza de los hijos; y hasta se consideraba de buen
augurio el encontrar una madre empollando los huevos.
La prohibición de cruzar animales de diversa especie pudo
tener una triple razón literal. Una, en detestación de la
idolatría egipcia, los cuales usaban de estos diversos
cruces en servicio de los planetas, que tendrían diversos
efectos sobre las diversas especies de cosas según fueran
diversas sus conjunciones. Otra razón era para reprobar el
coito contra natura. Y tercera, para quitar toda ocasión
de concupiscencia. Los animales de diversas especies no se
juntan fácilmente entre ellos si el hombre no lo procura,
y la vista del coito de los animales despierta en el
hombre un movimiento de concupiscencia. En las tradiciones
judías se manda, como dice rabí Moisés, que los hombres
aparten la vista de los animales en el momento de juntarse.
La razón figurativa de estos preceptos es que al buey
que trilla, es decir, al predicador que procura la
mies de la doctrina, no se le ha de privar de su sustento,
como dice el Apóstol en 1 Cor 9. Tampoco debemos retener
la madre con sus hijos, porque en ciertos casos se han de
retener, como hijos, los sentidos espirituales de la ley y
dejar la observancia literal, que es la madre; lo que se
debe hacer en todas las ceremonias legales. Se prohíbe
también aparear los animales de diversa especie, esto es,
que los simples fieles no deben juntarse con los gentiles
o con los judíos.
9. Todas estas mezclas de semillas en la agricultura
se prohibían en detestación de la idolatría, pues los
egipcios hacían diversas mezclas en honor de las estrellas;
lo mismo con las plantas que con los animales y en los
vestidos, como expresión de las diversas conjunciones
estelares. También se puede decir que todas estas uniones
se prohíben en detestación del coito contra natura.
Tienen también su sentido figurativo, pues aquello de
no siembres en tu viña otra semilla se ha de entender
espiritualmente de la Iglesia, la viña espiritual, que no
debe ser sembrada con doctrina ajena. E igualmente, el
campo, es decir, la Iglesia, no ha de ser sembrado
con diversa semilla, esto es, con doctrina católica y
herética. Ni se ha de arar con un buey y un asno,
es decir, que no se han de juntar un necio y un sabio en
la predicación porque el uno impide al otro
10. Con razón se prohíbe la plata y el oro. No porque
estas cosas no están sometidas al poder de los hombres,
sino porque el anatema recaía, así como sobre los ídolos
mismos, sobre todas las materias de que eran fabricadas
como abominables en alto grado a Dios. Lo cual aparece en
la Escritura cuando dice ni llevarás cosa del ídolo de
tu casa, porque no te hagas anatema, como él también lo es.
Y también porque, recibidos por codicia el oro y la plata
no cayesen fácilmente en la idolatría, a la que eran
propensos los judíos. El segundo precepto de cubrir con
tierra los excrementos fue justo y honesto, ya por la
limpieza corporal, ya para conservar la salubridad del
aire, ya por la reverencia debida al tabernáculo de la
alianza situado en el campamento, y en el que se decía que
habitaba el Señor. Donde a continuación de aquel precepto
se consigna la razón del mismo diciendo: el Señor Dios
anda en medio del campamento para librarte .... para que
tu campamento sea santo (esto es decir, limpio) y
no se vea en él cosa de fealdad. La razón figurativa
de este precepto, según San Gregorio (Moral 1. 13,c.13)
es para que se significase que los pecados, que son
arrojados del vientre de nuestra mente como excrementos
hediondos, deben ser cubiertos por la penitencia, a
fin de que seamos gratos a Dios, según las palabras:
bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido
perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos (Ps 31,1).
O según la Glosa: para que, conocida la miseria de la
condición humana, fuesen cubiertas y expurgadas por la
humildad en la profunda fosa de la consideración las
manchas del ánimo altivo y soberbio.
11. Los hechiceros y sacerdotes de los ídolos
empleaban para sus ritos los huesos y de las carnes de los
hombres muertos, y por eso, para extirpar el culto
idolátrico, mandó el Señor que los simples sacerdotes que
por turno ejercían su ministerio en el santuario no se
contaminasen con los muertos, a no ser con los muy
cercanos, como el padre, la madre y otras personas muy
allegadas. Pero el pontífice debía estar siempre pronto
para ejercer su ministerio en el santuario, y a él le
estaba totalmente prohibido el acceso a los muertos,
aunque fuesen cercanos. También se les ordenaba no casarse
con meretrices o repudiadas, sino sólo con doncellas, sea
por la reverencia del sacerdocio, cuya dignidad parece que
se rebajaba con tales matrimonios; sea por los hijos,
sobre quienes venía a recaer el deshonor de la madre; lo
cual debía evitarse especialmente en aquel tiempo, en que
la dignidad sacerdotal se transmitía de padres a hijos.
Asimismo se les mandaba que no se rapasen la cabeza ni la
barba, ni se hicieran incisiones en la carne, para
desterrar los ritos idólatras, pues sus sacerdotes se
rapaban la cabeza y la barba, según se dice en Baruc 6:
Los sacerdotes están sentados, rasgadas las túnicas,
rapadas la cabeza y la barba. En el culto de los
ídolos se practicaban incisiones con cuchillos y
lancetas, según se dice en 3 Re 18. Por estas razones
se prescribía lo contrario a los sacerdotes de la ley
antigua.
La razón
espiritual de tales preceptos era que los sacerdotes deben
vivir totalmente inmunes de todas las obras muertas, que
son las obras del pecado, y no deben raparse la cabeza,
que es abandonar la sabiduría; ni quitarse la barba, que
es la perfección de la misma sabiduría; ni rasgar los
vestidos o hacer incisiones en su carne, o sea, incurrir
en el vicio del cisma. |