Después de la pasión de Cristo, ¿se pueden observar los
ritos legales sin pecado mortal?
Objeciones por las que parece que después de la pasión
de Cristo se pueden observar los ritos legales sin pecado
mortal.
1. No es de creer que los apóstoles, después de
recibir el Espíritu Santo, hayan pecado mortalmente; pues,
según dice San Lucas (24) habían sido llenos de su
plenitud. Pero los apóstoles, después de la venida del
Espíritu Santo, observaron los ritos legales, pues se dice
en Act 16 que San Pablo circuncidó a Timoteo, y en Act 21
se dice que San Pablo, siguiendo el consejo de Santiago,
tomando consigo a los varones y purificado con ellos,
entró en el templo al día siguiente, anunciando el
cumplimiento de los días de la purificación, hasta que
pudiera presentar la ofrenda por cada uno de ellos.
Luego se podía después de la pasión de Cristo observar los
ritos legales sin cometer pecado mortal.
2. Se ordenaban las ceremonias legales a evitar el
trato con los gentiles. Pero esto lo practicó el primer
pastor de la Iglesia, según se dice en Gál 2, que
cuando llegaron algunos a Antioquía, Pedro se retraía y
apartaba de los gentiles. Luego sin pecado mortal se
pueden observar los ritos legales tras la pasión de
Cristo.
3. Los preceptos de los apóstoles no podían inducir a
los hombres a pecado; pero por el decreto de los apóstoles
se estableció que los gentiles guardasen ciertas
observancias legales, pues se dice en Act 15: Ha
parecido al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros
ninguna otra carga que estas necesarias, que os abstengáis
de las carnes inmoladas a los ídolos, de sangre y de lo
ahogado y de la fornicación. Luego sin incurrir en
pecado se pueden observar, después de la pasión de Cristo,
los ritos legales.
Contra esto: Está la sentencia del Apóstol, que dice
en Gálatas 5: Si os circuncidáis, Cristo no os
aprovechará de nada. Pero nada excluye el fruto de
Cristo, fuera del pecado mortal; luego el circuncidarse y
observar las otras ceremonias después de la pasión de
Cristo es pecado mortal.
Solución: Todas las ceremonias son ciertas profesiones
de la fe, en que consiste el culto interior a Dios; y tal
es la profesión que el hombre hace con las obras cual es
la que hace con las palabras. Y, si profesa el hombre
alguna falsedad, peca mortalmente. Y, aunque sea una misma
la fe que los antiguos patriarcas tenían de Cristo y la
que nosotros tenemos, como ellos precedieron a Cristo y
nosotros le seguimos, la misma fe debe declararse con
diferentes palabras por ellos y por nosotros, pues ellos
decían: He aquí que la virgen concebirá y parirá un
hijo, que es expresión de tiempo futuro; mientras que
nosotros expresamos la misma fe por palabras de tiempo
pasado, diciendo que concibió y parió. De igual
modo las ceremonias de la antigua ley significaban a
Cristo, que nacería y padecería; pero nuestros sacramentos
lo significan como nacido y muerto. Y como pecaría
mortalmente quien ahora hiciera profesión de su fe
diciendo que Cristo había de nacer, lo que los antiguos
con piedad y verdad decían, así pecaría mortalmente el que
ahora observase los ritos que los antiguos patriarcas
observaban piadosa y fielmente. Esto es lo que dice San
Agustín en Contra Faustum: Ya no se promete que
nacerá, que padecerá, que resucitará, como los antiguos
ritos pregonaban; ahora se anuncia que nació, que padeció,
que resucitó, y esto es lo que pregonan los sacramentos
que practican los cristianos.
Respuesta a las objeciones:
1. Sobre este punto son diferentes las sentencias
de San Jerónimo y la de San Agustín. Distingue San
Jerónimo dos tiempos: uno, antes de la pasión de Cristo,
en que los ritos de la ley no eran muertos, como si
no obligasen o no tuviesen, a su modo, la virtud
expiatoria; ni eran mortíferos, pues no
pecaban los que los practicaban. Pero luego de la pasión
de Cristo empezaron a ser no sólo muertos, esto es, sin
virtud y sin obligación; sino también mortíferos, pues
pecaban mortalmente quienes los observaban. De aquí venía
a decir que nunca después de la pasión habían los
apóstoles observado de verdad los ritos legales, sino con
cierta piadosa simulación, para no escandalizar a los
judíos e impedir su conversión. Esta simulación se ha de
entender, no en el sentido que ellos no ejerciesen de
verdad aquellos actos, sino que no los hacían como
impuestos por la ley, como si alguno se quitase la
película del miembro viril por motivo de salud y no por
observar la circuncisión legal.
Mas, porque no parece decoroso que los apóstoles, por
evitar el escándalo, ocultasen las cosas tocantes a la
verdad y a la doctrina, y que en cosas tocantes a la
salvación de los fíeles usasen de simulación, por eso San
Agustín, con más razón, distinguió tres tiempos: uno,
antes de la pasión de Cristo, en que los ritos legales ni
eran mortíferos ni muertos; otro, después de la
divulgación del Evangelio, en que esos ritos son muertos y
mortíferos; y un tercero, en medio de los dos, desde la
pasión de Cristo hasta la divulgación del Evangelio, en
que los ritos legales estaban muertos porque carecían de
toda virtud y nadie estaba obligado a observarlos; pero no
eran mortíferos, y los convertidos a Cristo de entre los
judíos los podían lícitamente observar, con tal que no
pusieran en ellos la esperanza ni los considerasen
necesarios para la salvación, como si la fe de Cristo no
pudisese justificar sin los ritos legales. Pero los
gentiles que se convertían a Cristo no tenían motivo para
observarlos. Por esto San Pablo circuncidó a Timoteo,
nacido de madre judía, pero no quiso circuncidar a Tito,
que era nacido de padres gentiles.
Y no quiso el Espíritu Santo que desde luego se prohibiera
a los judíos convertidos la observancia de los ritos
legales, como se prohibía a los convertidos gentiles los
ritos de la gentilidad, para mostrar la diferencia entre
unos y otros. Pues los ritos gentiles eran repudiados como
totalmente ilícitos y prohibidos siempre por Dios,
mientras que los ritos de la ley cesaban, por cuanto la
razón por la que habían sido instituidos quedaba cumplida
con la pasión de Cristo.
2. Según San Jerónimo, San Pedro simulaba apartarse de
los gentiles para evitar el escándalo de los judíos, cuyo
apóstol era, y así no había en esto ningún pecado, y de
manera también simulada le reprendió San Pablo para evitar
el escándalo de los gentiles, de quienes era apóstol. Pero
San Agustín reprueba esta interpretación, porque San Pablo,
en una escritura canónica (Gál 2), en la que no está
permitido creer que haya nada falso, dice que Pedro era
reprensible. Así que San Pedro pecó verdaderamente y
San Pablo le reprendió de verdad, no simuladamente. Ahora
bien, no estuvo el pecado de Pedro en haber observado
algún tiempo los ritos legales, porque, como a judío
converso, le estaba permitido, sino por haber puesto
extremada diligencia en esta observancia para no
escandalizar a los judíos, cuando se seguía de esto el
escándalo de los gentiles.
3. Dijeron algunos que tal prohibición de los
apóstoles no se ha de entender a la letra, sino en sentido
espiritual, a saber, en la prohibición de la sangre, el
homicidio; en la prohibición de lo ahogado, la violencia y
la rapiña; en la de las carnes inmoladas, la idolatría; y
la fornicación se prohíbe como cosa de suyo mala. Tienen
esta opinión de ciertas glosas que exponen místicamente
estos preceptos. Pero como el homicidio y la rapiña eran
también tenidos como ilícitos por los gentiles, no había
por qué darles semejantes preceptos a los que de la
gentilidad se convertían a Cristo.
Por esto dicen otros que la prohibición de esos
comestibles se ha de entender a la letra, no como
observancias legales, sino como medios de reprimir la gula.
Y San Jerónimo dice sobre Ezequiel 44: Condena a los
sacerdotes que en sus comidas y otras cosas tales no
guardan, por amor de la gula, estos preceptos. Mas,
como hay otros manjares más delicados y que provocan más a
la gula, no parece que hubiera razón para que éstos, más
que aquéllos, fueran prohibidos.
Por esto dice una tercera sentencia que esas prohibiciones
se han de entender a la letra, no como observación de las
ceremonias legales, sino como preceptos destinados a
fomentar la unión de los gentiles y judíos que habitaban
juntos. A causa de la antigua costumbre, a los judíos les
eran cosas abominables la sangre y la carne ahogada, y el
comer de las carnes inmoladas a los ídolos podía engendrar
en los judíos sospechas de vuelta a la idolatría de parte
de los gentiles. Por esto se prohibieron estas cosas en
aquel tiempo, en que convenía reunir a judíos y gentiles.
Andando el tiempo y cesando la causa, cesó también el
efecto, una vez divulgada la verdad de la doctrina
evangélica, en la que el Señor enseña que nada de lo
que entra por la boca mancha al hombre, como se lee en
Mt 15, y que no se ha de rechazar nada de lo que se
toma en acción de gracias, como se dice en 1 Tim 4. La
fornicación se prohíbe de modo especial porque los
gentiles no la consideraban pecado. |