¿Ordenó la ley antigua convenientemente lo que atañe a los
príncipes?
Objeciones por las que no parece que esté bien lo que
la ley antigua dispone acerca de los príncipes.
1. Como dice el Filósofo en III Polit., el
buen régimen del pueblo depende principalmente de la
suprema magistratura. Pero en la ley nada se encuentra
sobre la institución de la suprema magistratura y sí
únicamente de los magistrados inferiores: primero en Ex
18: Escoge de todo el pueblo varones sabios, etc.;
y en Núm 11: Elígeme setenta varones de los ancianos de
Israel; y en Dt 1: Elegid de entre vosotros varones
sabios e inteligentes, etc. Luego la ley antigua no
ordenó suficientemente lo tocante a los magistrados del
pueblo.
2. Es propio de los perfectos obrar con perfección,
como dice Platón. Pero el régimen perfecto de una ciudad o
de un pueblo está en ser gobernada por un rey, porque este
tipo de gobierno es el que mejor reproduce el régimen
divino, en el que un Dios gobierna el mundo. Luego la ley
debió instituir desde un principio un rey sobre el pueblo
y no dejar esto a su albedrío, como aparece por Dt 17:
Cuando digas: Voy a poner sobre mi un rey, lo pondrás,
etc.
3. Se dice en Mt 12: Todo reino en sí dividido será
desolado, cosa que confirma la historia del pueblo
judío, en el que la división del reino fue causa de su
destrucción. Pero la ley debe mirar a lo que toca a la
salud pública; luego la ley debió prohibir la división en
dos reinos, y tampoco debió introducirse esta división por
autoridad divina como se lee que fue introducida con la
intervención del profeta Ahías de Silo.
4. Como son instituidos los sacerdotes para bien del
pueblo en lo que toca a sus relaciones con Dios, según Heb
5, así los príncipes lo son para bien del pueblo en los
asuntos humanos. Pero a los sacerdotes y levitas se les
asignan por la ley medios de vida, como son los diezmos,
las primicias y muchas otras cosas así; luego de igual
modo debieron de asignarse a los príncipes medios para
sustentarse, y especialmente porque se les prohibía
aceptar obsequios, como se ve por Ex 23: No recibirás
regalos, que ciegan a los prudentes y tuercen las palabras
de los justos.
5. Como el régimen monárquico es el mejor, así la
tiranía es la peor corrupción del régimen; pero el Señor,
al instituir la monarquía, le dio al rey un derecho
tiránico, pues se dice en 1 Sam 8: Este será el derecho
del rey que reinará sobre vosotros: cogerá a vuestros
hijos, etc. Luego la ley no proveyó bien a la
constitución de los príncipes.
Contra esto: Está lo que el pueblo de Israel pondera
sobre la belleza de su régimen, en Núm 24: ¡Cuán
hermosos son tus tabernáculos, Jacob, y tus tiendas,
Israel! Pero la hermosura del régimen de un pueblo
depende de la buena institución de los príncipes; luego la
ley proveyó debidamente a esta institución.
Solución: Para la buena constitución de los príncipes
en una ciudad o nación es preciso atender a dos cosas: la
primera, que todos tengan alguna parte en el poder, pues
así se conserva la paz del pueblo, y que todos amen esa
constitución y la guarden, como se dice en II Polit.
La segunda mira a la especie de régimen y a la ordenación
del poder supremo. De la cual enumera el Filósofo, en III
Polit., varias especies; pero las principales son la
monarquía, en la cual uno gobierna según su poder, y la
aristocracia, o sea, el gobierno de los mejores, en la que
unos pocos detentan el poder. La mejor constitución en una
ciudad o nación es aquella en que uno es el depositario
del poder y tiene la presidencia sobre todos, de tal
suerte que algunos participen de ese poder y, sin embargo,
ese poder sea de todos, en cuanto que todos pueden ser
elegidos y todos toman parte en la elección. Tal es la
mejor constitución política, en la que se juntan la
monarquía, por cuanto es uno el que preside, la
aristocracia, porque son muchos los que participan en el
poder, y la democracia, que es el poder del pueblo, por
cuanto los príncipes pueden ser elegidos por el pueblo y
al pueblo pertenece esa elección.
Tal fue la constitución establecida por la ley divina,
pues Moisés y sus sucesores gobernaban al pueblo, gozando
de un poder singular, lo que equivalía a una especie de
monarquía. Después eran elegidos setenta y dos ancianos
para ejercer el poder, pues se dice en el Dt 1: Tomé de
vuestras tribus varones sabios y nobles y los hice
príncipes; y esto era una aristocracia. Y a la
democracia pertenecía el que eran elegidos de entre todo
el pueblo, pues se dice en Ex 18: Escoge de toda la
multitud varones sabios, etc., y eran elegidos por el
pueblo, según Dt 1: Dadme de entre vosotros varones
sabios, etc. De manera que era la mejor constitución
política establecida por la ley.
Respuesta a las objeciones:
1. Aquel pueblo era regido por una especial
providencia de Dios, según se dice en Dt 7: El Señor,
tu Dios, te ha elegido para que seas su pueblo peculiar.
Por esto el Señor se reservó la institución del jefe
supremo. Esto es lo que pidió Moisés en Núm 27: Que el
Señor, Dios de los espíritus de toda carne, conceda un
hombre que mande sobre esta multitud. Conforme a esto,
después de Moisés, fue constituido Josué. Y de todos los
jueces que a Josué sucedieron, se lee que Dios suscitó
un salvador del pueblo y que el Espíritu del Señor
estaba en ellos, como se ve por Jue 3. Por esto, la
elección de rey no la encomendó el Señor al pueblo, sino
que se la reservó a sí mismo, como resulta de Dt 17:
Pondrás por rey a aquel a quien el Señor, tu Dios, hubiese
elegido.
2. La monarquía es el mejor régimen político si no se
vicia. Pero, a causa del gran poder que se le concede al
rey, fácilmente degenera en tiranía si no está adornada de
gran virtud la persona a quien ese poder se confiere; pues,
como dice el Filósofo en IV Ethic., sólo el
virtuoso es capaz de soportar los favores de la fortuna.
La virtud perfecta se halla en pocos; y los judíos eran
crueles e inclinados a la avaricia, vicios éstos que
arrastran a los hombres a la tiranía. Por esto el
Señor no instituyó un rey desde el principio con poder
absoluto, sino jueces y gobernadores para defensa del
pueblo. Luego, a petición del pueblo y como irritado, les
otorgó rey. Por eso respondió a Samuel, según 1 Sam 8:
No es a ti a quien desecharon, sino a mí, para que no
reine sobre ellos.
Sin embargo, desde el principio dispuso acerca del rey
cómo habían de elegirlo, y que en esa elección atendiesen
al juicio de Dios, y que no hicieran rey a alguien de otra
nación, porque tales reyes suelen tener poco afecto al
pueblo sobre quien reinan y, por tanto, cuidar poco de su
bienestar. También ordenó sobre los reyes ya constituidos:
cómo debían conducirse, que no multiplicasen los carros y
los caballos ni las mujeres; ni riquezas inmensas, pues de
la codicia de estas cosas se dejan arrastrar a la tiranía
y abandonan la justicia. También ordenó cómo debían
conducirse con Dios: que leyesen de continuo y meditasen
su ley y viviesen siempre en el temor del Señor y en su
obediencia. Finalmente, estableció cómo habrían de
conducirse con sus súbditos: que no los oprimiesen y que
no se apartasen de la justicia.
3. La división del reino y la multitud de las
dinastías fue dado al pueblo, más que para bien suyo, en
castigo de las muchas disensiones, promovidas sobre todo
contra David, rey justo. Por esto se dice en Os 13: Te
daré rey en mi furor. Y en Os 8: Se dieron reyes no
elegidos por mí; constituyeron príncipes desconocidos para
mí.
4. Los sacerdotes eran destinados a los ministerios
sagrados por su nacimiento, para que fueran tenidos en
mayor reverencia que si fueran tomados de cualquiera del
pueblo, y este honor debía redundar sobre el culto de Dios.
Por esto fue preciso señalarles medios de vida en los
diezmos, primicias, oblaciones y sacrificios. Pero los
príncipes, como se dijo atrás, eran tomados del pueblo, y
ya tenían sus posesiones propias de qué vivir, y
especialmente porque en la ley había prohibido el Señor
que acumulasen riquezas, que usasen de gran aparato, ya
porque así no se alzasen en soberbia y tiranía, ya porque,
no siendo los príncipes muy ricos y siendo el gobierno
penoso y lleno de solicitud, no sería muy apetecido por el
pueblo, y se quitarían los motivos de sedición.
5.
Semejante derecho no se le daba al rey por institución
divina, sino que es anunciado como usurpación de los reyes,
que se atribuían un derecho injusto, degenerando en
tiranos, depredadores de sus súbditos, como aparece por lo
que se dice al fin: Y vosotros seréis sus siervos.
Esto es propiamente tiranía, pues los tiranos gobiernan a
sus súbditos como si fueran siervos, y esto era lo que les
decía Samuel para disuadirlos de pedir rey. Por esto sigue
el texto: Pero el pueblo no quiso escuchar la voz de
Samuel. Puede, sin embargo, suceder que un buen rey,
en absoluto tirano, tome los hijos y los nombre tribunos y
centuriones y exija muchas cosas de sus súbditos para
atender al bien común. |