¿Es la ley nueva distinta de la antigua?
Objeciones por las que parece que la nueva ley no sea
distinta de la antigua.
1. Una y otra ley se da a los que tienen fe en Dios,
pues sin fe es imposible agradar a Dios, según se
dice en Heb 11. Pero una misma es la fe de los antiguos y
la fe de los modernos, según dice la Glosa sobre Mt
21; luego también es una la ley.
2. Dice San Agustín en Contra Adamantum Manich.
discip., entre la Ley y el Evangelio existe la leve
diferencia que hay entre el temor y el amor. Ahora
bien, por estas dos cosas no pueden distinguirse la ley
antigua y la nueva, pues también en la ley antigua se nos
proponen los preceptos de la caridad:
Amarás a tu prójimo (Lev. 19) y amarás al Señor, tu
Dios (Deut. 6). Tampoco se pueden
distinguir por las otras diferencias que San Agustín
señala en Contra Faustum: que el Antiguo
Testamento tiene promesas temporales; el Nuevo,
espirituales y eternas. Pues también en el Nuevo
Testamento se hacen algunas promesas temporales, como
aquélla de Mc. 10: Recibiréis el ciento por uno en este
tiempo, en casas, hermanos, etc.; y en el Antiguo
Testamento se esperaban promesas espirituales y eternas,
según aquello de Heb 11: Pero ahora desean otra patria
mejor, esto es, la celestial, lo cual se dice de los
padres antiguos. Luego parece que la ley nueva no se
distingue de la antigua.
3. Parece que el Apóstol distingue una y otra ley, en
Rom. 3, llamando a la antigua ley de las obras, y a
la nueva, ley de la fe. Pero la ley antigua fue
también ley de la fe, según aquello de Heb 11:
Todos éstos han sido probados con el testimonio de la fe,
lo cual se dice de los patriarcas del Antiguo Testamento.
También la ley nueva es ley de obras, pues se dice
en Mt 5: Haced bien a los que os aborrecen. Y en Lc
22: Haced esto en memoria mía. Luego la ley nueva
no se distingue de la antigua.
Contra esto: Está lo que dice el Apóstol en Heb 7:
Cambiado el sacerdocio, necesariamente ha de cambiarse
también la ley. Pero uno es el sacerdocio del Nuevo
Testamento, y otro el del Antiguo, como prueba el Apóstol;
luego es también otra la ley.
Solución: Según hemos visto atrás, toda ley ordena la
vida humana a algún fin. Ahora bien, las cosas que se
ordenan a un fin se pueden distinguir por razón de este
fin de dos maneras: de un modo, porque se ordenan a
diversos fines, y esto constituye una distinción
específica, sobre todo cuando se trata del fin próximo. De
otro, según la proximidad al fin o la distancia de él. Así,
es evidente que los movimientos se diferencian
específicamente según los diversos términos; pero, según
que una parte del movimiento se acerca más al término que
otra, la distinción en el movimiento es la que hayentre lo
perfecto y lo imperfecto.
Así pues, se pueden distinguir dos leyes: de un modo, en
cuanto son totalmente diversas, como ordenadas a diversos
fines, como la ley de la ciudad, ordenada según lo que
dictamina el pueblo, sería específicamente distinta de
aquella ley ordenada según el dictamen de los aristócratas.
De otro modo pueden diferenciarse dos leyes, en cuanto que
la una mira más de cerca el fin y la otra más de lejos.
Así sería en una misma ciudad la ley que se impone a los
hombres ya formados, que ya pueden ejecutar lo que conduce
al bien común, y otra la ley sobre la educación de los
niños, que deben ser instruidos de tal manera que puedan
después ejecutar obras de hombres.
Así pues, hay que decir que según el primer modo la ley
nueva no es distinta de la antigua, pues ambas tienen un
mismo fin, a saber: someter a los hombres a Dios. Ahora
bien, es uno el Dios del Nuevo y del Antiguo Testamento,
según aquello de Rom 3: Uno es el Dios que justifica la
circuncisión por la fe y el prepucio mediante la fe.
De otro modo, la ley nueva es diferente de la antigua,
porque la antigua es como un ayo de niños, según dice el
Apóstol en Gal. 3; en cambio, la nueva es ley de
perfección, porque es ley de caridad, y de ésta dice el
Apóstol en Col 3 que es vínculo de perfección.
Respuesta a las objeciones:
1. La unidad de fe de ambos Testamentos indica unidad
de fin, pues ya se ha dicho antes que el objeto de las
virtudes teologales, entre las que está la fe, es el fin
último. Sin embargo, la fe tiene diferente estado en la
antigua y en la nueva ley; pues lo que aquellos creían
como futuro, nosotros lo creemos como ya realizado.
2. Todas las diferencias señaladas entre la nueva y la
antigua ley se toman de su perfección o imperfección, pues
los preceptos de una ley se dan acerca de los actos de las
virtudes. Ahora bien, a ejecutar actos de virtud se
inclinan de diversa manera los imperfectos, que aún no
tienen el hábito de la virtud, y los que son perfectos en
este hábito; pues los que no tienen aún el hábito de la
virtud se inclinan a obrar los actos de virtud por alguna
causa extrínseca, como por el temor a los castigos o por
la promesa de ciertas remuneraciones extrínsecas, como de
honor, de riquezas o algo semejante. Por esto la ley
antigua, que se daba a los imperfectos, esto es, a los que
no habían conseguido aún la gracia espiritual, se llamaba
ley de temor, porque inducía a la observancia de los
preceptos mediante la amenaza de ciertas penas. Y se dice
que tenía ciertas promesas temporales. En cambio, los que
tienen la virtud se inclinan a obrar los actos de virtud
por amor a ésta, no por alguna pena o remuneración
extrínseca. Por eso la ley nueva, que principalmente
consiste en la misma gracia espiritual infundida en los
corazones, se llama ley de amor, y se dice que
tiene promesas espirituales y eternas, las cuales son
objeto de la virtud, principalmente de la caridad; y por
sí mismos se inclinan a ellas, no como cosas extrañas,
sino como propias. Por eso también se dice que la ley
antigua cohibía la mano y no el ánimo, pues el que
por temor del castigo se abstiene de algún pecado, su
voluntad no se apartaría totalmente del pecado, como se
aparta el que por amor de la justicia se abstiene del
pecado. Por eso se dice que la ley nueva, que es la ley
del amor, cohíbe el ánimo.
Hubo, sin embargo, en el estado del Antiguo Testamento,
algunos que tenían la caridad y la gracia del Espíritu
Santo, que principalmente esperaban promesas espirituales
y eternas. Y, según esto, pertenecían a la ley nueva.
Igualmente también, en el Nuevo Testamento hay algunos
carnales que no llegan aún a la perfección de la ley nueva,
a los cuales fue preciso inducir a las obras de virtud con
el temor a los castigos y con algunas promesas temporales.
Pero la ley antigua, si bien daba preceptos sobre la
caridad, sin embargo, mediante ella no se daba el Espíritu
Santo, por el cual se difunde la caridad en nuestros
corazones, como se lee en Rom 5.
3. Como se
indicó arriba, la ley nueva se llama ley de fe, en
cuanto que principalmente consiste en la misma gracia que
se da interiormente a los creyentes, por lo cual se llama
gracia de la fe. Pero secundariamente tiene algunas
obras, tanto morales como sacramentales, en las cuales no
consiste la principalidad de la ley nueva, como consistía
la de la ley antigua. Y los que en el Antiguo Testamento
fueron aceptos a Dios por la fe, en esto pertenecían al
Nuevo Testamento, pues no eran justificados sino por la fe
en Cristo, que es el autor del Nuevo Testamento. Y por eso,
en Heb 11, dice el apóstol sobre Moisés que tenía el
improperio de Cristo por mayores riquezas que el tesoro de
los egipcios. |