La ley divina, ¿es solamente una?
Objeciones por las que parece que la ley divina es
solamente una.
1. Una sola es la ley de un rey y de un reino. Pero
Dios es el rey único de todo el género humano, según
aquello del salmo 46: Dios es rey de toda la tierra.
Luego sólo hay una ley divina.
2. Además, toda ley se ordena al fin que el
legislador se propone conseguir en los destinatarios de la
misma. Pero lo que Dios intenta obtener de todos los
hombres es idéntico, según se dice en 1 Tim 2: Quiere
que todos los hombres sean salvos y lleguen al
conocimiento de la verdad. Luego la ley divina es
solamente una.
3. A la ley eterna, que es única, parece aproximarse
más la ley divina que la ley natural, en cuanto que la
revelación de la gracia es superior al conocimiento
natural. Pero la ley natural es única para todos los
hombres. Luego con mayor razón será única la ley divina.
Contra esto: Está lo que el Apóstol dice en Heb. 7:
Una vez cambiado el sacerdocio, es necesario que se cambie
también la ley. Más el sacerdocio, según se dice en el
mismo lugar, es doble, a saber, el sacerdocio levítico y
el sacerdocio de Cristo. Luego también es doble la ley
divina: la antigua y la nueva.
Solución: Como se vio en la Parte Primera,
la distinción es causa del número. Ahora bien, las cosas
pueden distinguirse de dos maneras: de una parte, las que
son completamente diversas en su especie, como el caballo
y el buey. De otra, como lo perfecto y lo imperfecto
dentro de la misma especie, cual sucede con el niño y el
adulto. Y de esta manera se distingue la ley divina en ley
antigua y ley nueva. De aquí que el Apóstol, en Gál. 3,
compare el estado de la ley antigua al del niño, que se
encuentra sometido a su ayo; y el estado de la ley nueva,
al del hombre maduro, que ya no está sometido al ayo.
Por otra parte, la perfección e imperfección de una y otra
ley se determinan según las tres condiciones de la ley
arriba señaladas. Porque en primer lugar, según vimos, es
propio de la ley ordenarse al bien común como a su fin.
Pero este bien puede ser doble. Uno es el bien sensible y
terreno; y a tal bien ordenaba directamente la ley antigua.
Por eso en Ex 3, al comienzo de la ley, el pueblo es
convidado al reino terreno de los cananeos. El otro es el
bien inteligible y celeste; y a éste encamina la ley nueva.
Por eso Cristo, desde el principio de su predicación,
invita al reino de los cielos, diciendo: Haced
penitencia, porque se acerca el reino de los cielos (Mt,
4). Por lo que dice San Agustín en IV Contra
Faustum que en el Viejo Testamento se contienen
promesas de bienes temporales, y por eso se llama viejo;
mas la promesa de la vida eterna pertenece al Nuevo
Testamento.
En segundo lugar, a la ley corresponde dirigir los actos
humanos según el orden de la justicia. Y en esto también
la ley nueva supera a la antigua, ordenando los actos
internos del alma, según aquello de Mt, 5: Si vuestra
justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos. Por eso se dice
que la ley antigua modera la mano; la nueva, el alma.
En tercer lugar, corresponde a la ley inducir a los
hombres al cumplimiento de los preceptos. Y esto lo hacía
la ley vieja mediante el temor a las penas; la ley nueva
lo hace, en cambio, mediante el amor, que es infundido en
nuestros corazones por la gracia de Cristo, que se otorga
en la ley nueva, mientras que en la antigua estaba
prefigurado. Por eso dice San Agustín en Contra
Adimantum Manichaei discipulum que la diferencia
entre la Ley y el Evangelio es pequeña: temor y amor.
Respuesta a las objeciones:
1. Así como en una casa el padre de familia manda unas
cosas a los niños y otras a los adultos, de la misma
manera, el único rey, Dios, estableció en su único reino
una ley para los hombres que aún se hallaban en estado
imperfecto, y otra más perfecta para aquellos que habían
sido conducidos por la ley anterior a una mayor capacidad
para las cosas divinas.
2. La salvación de los hombres no podía venir sino
de Cristo, según aquello de Act 4: Ningún otro nombre
se ha dado a los hombres por el cual podamos ser salvos.
Por eso la ley capaz de conducir a todos a la salvación
plena no pudo ser dada más que tras el advenimiento de
Cristo. Pero fue conveniente que antes se le diera al
pueblo del que Cristo había de nacer una ley que lo
preparase para recibirle, en la que se contuvieran algunos
rudimentos de la justicia salvadora.
3. La ley natural dirige al hombre según algunos
preceptos comunes en los que coinciden igualmente los
perfectos y los imperfectos y por eso es una ley única
para todos. Mas la ley divina dirige al hombre también en
ciertos aspectos particulares, en los que no se comportan
igual los perfectos y los imperfectos. Y por esto se hizo
necesaria la existencia de una doble ley divina, como
acabamos de exponer. |