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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 91

Las distintas clases de leyes

ARTÍCULO 5

 

La ley divina, ¿es solamente una?

 

 

Objeciones por las que parece que la ley divina es solamente una.

 

1. Una sola es la ley de un rey y de un reino. Pero Dios es el rey único de todo el género humano, según aquello del salmo 46: Dios es rey de toda la tierra. Luego sólo hay una ley divina.

 

2. Además, toda ley se ordena al fin que el legislador se propone conseguir en los destinatarios de la misma. Pero lo que Dios intenta obtener de todos los hombres es idéntico, según se dice en 1 Tim 2: Quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad. Luego la ley divina es solamente una.

 

3. A la ley eterna, que es única, parece aproximarse más la ley divina que la ley natural, en cuanto que la revelación de la gracia es superior al conocimiento natural. Pero la ley natural es única para todos los hombres. Luego con mayor razón será única la ley divina.

 

Contra esto: Está lo que el Apóstol dice en Heb. 7: Una vez cambiado el sacerdocio, es necesario que se cambie también la ley. Más el sacerdocio, según se dice en el mismo lugar, es doble, a saber, el sacerdocio levítico y el sacerdocio de Cristo. Luego también es doble la ley divina: la antigua y la nueva.

 

Solución: Como se vio en la Parte Primera, la distinción es causa del número. Ahora bien, las cosas pueden distinguirse de dos maneras: de una parte, las que son completamente diversas en su especie, como el caballo y el buey. De otra, como lo perfecto y lo imperfecto dentro de la misma especie, cual sucede con el niño y el adulto. Y de esta manera se distingue la ley divina en ley antigua y ley nueva. De aquí que el Apóstol, en Gál. 3, compare el estado de la ley antigua al del niño, que se encuentra sometido a su ayo; y el estado de la ley nueva, al del hombre maduro, que ya no está sometido al ayo.

Por otra parte, la perfección e imperfección de una y otra ley se determinan según las tres condiciones de la ley arriba señaladas. Porque en primer lugar, según vimos, es propio de la ley ordenarse al bien común como a su fin. Pero este bien puede ser doble. Uno es el bien sensible y terreno; y a tal bien ordenaba directamente la ley antigua. Por eso en Ex 3, al comienzo de la ley, el pueblo es convidado al reino terreno de los cananeos. El otro es el bien inteligible y celeste; y a éste encamina la ley nueva. Por eso Cristo, desde el principio de su predicación, invita al reino de los cielos, diciendo: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos (Mt, 4). Por lo que dice San Agustín en IV Contra Faustum que en el Viejo Testamento se contienen promesas de bienes temporales, y por eso se llama viejo; mas la promesa de la vida eterna pertenece al Nuevo Testamento.

En segundo lugar, a la ley corresponde dirigir los actos humanos según el orden de la justicia. Y en esto también la ley nueva supera a la antigua, ordenando los actos internos del alma, según aquello de Mt, 5: Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Por eso se dice que la ley antigua modera la mano; la nueva, el alma.

En tercer lugar, corresponde a la ley inducir a los hombres al cumplimiento de los preceptos. Y esto lo hacía la ley vieja mediante el temor a las penas; la ley nueva lo hace, en cambio, mediante el amor, que es infundido en nuestros corazones por la gracia de Cristo, que se otorga en la ley nueva, mientras que en la antigua estaba prefigurado. Por eso dice San Agustín en Contra Adimantum Manichaei discipulum que la diferencia entre la Ley y el Evangelio es pequeña: temor y amor.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. Así como en una casa el padre de familia manda unas cosas a los niños y otras a los adultos, de la misma manera, el único rey, Dios, estableció en su único reino una ley para los hombres que aún se hallaban en estado imperfecto, y otra más perfecta para aquellos que habían sido conducidos por la ley anterior a una mayor capacidad para las cosas divinas.

 

2. La salvación de los hombres no podía venir sino de Cristo, según aquello de Act 4: Ningún otro nombre se ha dado a los hombres por el cual podamos ser salvos. Por eso la ley capaz de conducir a todos a la salvación plena no pudo ser dada más que tras el advenimiento de Cristo. Pero fue conveniente que antes se le diera al pueblo del que Cristo había de nacer una ley que lo preparase para recibirle, en la que se contuvieran algunos rudimentos de la justicia salvadora.

 

3. La ley natural dirige al hombre según algunos preceptos comunes en los que coinciden igualmente los perfectos y los imperfectos y por eso es una ley única para todos. Mas la ley divina dirige al hombre también en ciertos aspectos particulares, en los que no se comportan igual los perfectos y los imperfectos. Y por esto se hizo necesaria la existencia de una doble ley divina, como acabamos de exponer.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva