¿Deriva toda ley de la ley eterna?
Objeciones por las que parece que no toda ley deriva
de la ley eterna.
1. Hay, según vimos antes, una ley del fomes, que,
ciertamente, no se deriva de una ley divina como la ley
eterna, porque se rige por la prudencia de la carne, de la
que dice el Apóstol en Rom 8 que no puede obedecer a la
ley divina. Luego no todas las leyes se derivan de la
ley eterna.
2. De la ley eterna no puede proceder nada inicuo,
pues, como ya indicamos, la ley eterna es aquella según
la cual es justo que todas las cosas estén perfectamente
ordenadas. Ahora bien, existen leyes inicuas, según
aquello de Isaías, 10: ¡Ay de los que dictan leyes
inicuas! Luego no todas las leyes derivan de la ley
eterna.
3. San Agustín afirma en I De lib. arb. que
la ley escrita para gobernar al pueblo permite
justificadamente muchas cosas que son castigadas por la
divina providencia. Pero la razón de la divina
providencia es la ley eterna, como ya expusimos. Luego ni
siquiera toda ley recta procede de la ley eterna.
Contra esto: Está lo que la divina sabiduría dice en
Prov. 8: Por mí reinan los reyes y los legisladores
decretan lo que es justo. Mas la razón de la sabiduría
divina es la ley eterna, como antes dijimos. Luego todas
las leyes proceden de la ley eterna.
Solución: Según ya vimos, la ley es la razón que
dirige los actos a un fin. Ahora bien, en una serie
ordenada de motores conviene que el impulso del segundo
derive del impulso del primero, puesto que el segundo no
mueve sino en cuanto es movido por el primero. Por eso
vemos esto mismo también en todo tipo de gobernantes,
donde observamos que las normas de gobierno se derivan del
jefe superior a sus subalternos, como las disposiciones
que se han de poner en práctica en un Estado derivan del
rey mediante las órdenes impartidas a sus administradores
inferiores. Y también en el campo de la técnica, donde la
dirección de la obra deriva del arquitecto hacia los
oficiales inferiores que la realizan con sus manos. Así,
pues, siendo la ley eterna la razón de gobierno existente
en el supremo gobernante, todos los planes de gobierno
existentes en los gobernantes inferiores necesariamente
han de derivar de la ley eterna. Y estas razones de los
gobernantes inferiores son todas las demás leyes menos la
ley eterna. Por consiguiente, toda ley, en la medida en
que participa de la recta razón, deriva de la ley eterna.
Por eso dice San Agustín en I De lib. arb. que
nada hay justo y legitimo en la ley temporal que no hayan
tomado los hombres de la ley eterna.
Respuesta a las objeciones:
1. El fomes tiene carácter de ley en el hombre en
cuanto es una pena consecuencia de la justicia divina y,
como tal, es claro que se deriva de la ley eterna. Pero en
cuanto inclina al pecado es contraria a la ley de Dios y,
como ya dijimos, no tiene razón de ley.
2. La ley humana tiene carácter de ley en cuanto se
ajusta a la recta razón, y en este sentido es claro que
deriva de la ley eterna. Por el contrario, en cuanto se
aparta de la razón se convierte en ley inicua y, como tal,
ya no tiene carácter de ley, sino más bien de cierta
violencia. Sin embargo, en la misma ley inicua subsiste
cierta semejanza con la ley, al estar dictada por un poder
constituido, y bajo este aspecto también emana de la ley
eterna, pues, como se lee en Rom. 13: toda potestad
procede de Dios nuestro Señor.
3. Se dice
que la ley humana permite ciertas cosas no porque las
apruebe, sino porque es incapaz de controlarlas. Y son
muchas las cosas que, aunque estén reguladas por la ley
divina, no pueden ser reguladas por la ley humana, pues
siempre la causa inferior es de menos poder que la
superior. Por eso, el mismo hecho de que la ley humana no
se ocupe de aquello que no alcanza a regular procede de la
ley eterna. Otra cosa sería si la ley humana aprobara lo
que la ley eterna reprueba. En consecuencia, de aquí no se
sigue que la ley humana no emane de la ley eterna, sino
sólo que no puede imitarla de manera perfecta. |