¿Obliga la ley humana en el foro de la conciencia?
Objeciones por las que parece que la ley humana no
obliga en el foro de la conciencia.
1. Una autoridad inferior no puede imponer la ley en
un juicio sometido a una instancia superior. Mas la
autoridad del hombre que sanciona la ley humana es
inferior a la de Dios. Luego la autoridad humana no puede
imponer su ley en un juicio divino, cual es el juicio de
la conciencia.
2. El juicio de la conciencia depende principalmente
de los mandatos de Dios. Mas a veces las leyes humanas
invalidan las leyes de Dios, según la expresión de Mt 15:
Habéis anulado el mandato de Dios con vuestras tradiciones.
Luego la ley humana no obliga al hombre en conciencia.
3. Con frecuencia, las leyes humanas ocasionan
calumnias e injusticias a las personas, según aquello de
Isaías 10: ¡Ay de aquellos que instituyen leyes inicuas
y de los letrados que escriben prescripciones injustas,
para oprimir en el juicio a los pobres y conculcar por la
fuerza el derecho de los desvalidos de mi pueblo! Pero
es lícito a todos evitar la opresión y la violencia. Luego
las leyes humanas no obligan al hombre en conciencia.
Contra esto: Está lo que se lee en 1 Pe 2: Porque
es grato a Dios quien por conciencia soporta las molestias,
sufriendo injustamente.
Solución: Las leyes dadas por el hombre, o son justas,
o son injustas. En el primer caso tienen poder de obligar
en conciencia en virtud de la ley eterna, de la que se
derivan, según aquello de Prov 8: Por mí reinan los
reyes y los legisladores determinan lo que es justo.
Ahora bien, las leyes deben ser justas por razón del fin,
es decir, porque se ordenan al bien común; por razón del
autor, esto es, porque no exceden los poderes de quien las
instituye, y por razón de la forma, o sea, porque
distribuyen las cargas entre los súbditos con igualdad
proporcional y en función del bien común. Pues el
individuo humano es parte de la sociedad, y, por lo tanto,
pertenece a ella en lo que es y en lo que tiene, de la
misma manera que la parte, en cuanto tal, pertenece al
todo. De hecho vemos que también la naturaleza arriesga la
parte para salvar el todo. Y, según esto, estas leyes que
reparten las cargas proporcionalmente son justas, obligan
en conciencia y son verdaderamente legales.
A su vez, las leyes pueden ser injustas de dos maneras. En
primer lugar, porque se oponen al bien humano, al
quebrantar cualquiera de las tres condiciones señaladas:
bien sea la del fin, como cuando el gobernante impone a
los súbditos leyes onerosas, que no miran a la utilidad
común, sino más bien al propio interés y prestigio; ya sea
la del autor, como cuando alguien promulga una ley que
sobrepasa los poderes otorgados; ya sea la de la forma,
como cuando las cargas se imponen a los ciudadanos de
manera desigual, aunque sea mirando al bien común. Tales
disposiciones tienen más de violencia que de ley. Porque,
como dice San Agustín en I De lib. arb.: La ley,
si no es justa, no parece que sea ley. Por lo cual,
tales leyes no obligan en el foro de la conciencia, a no
ser que se trate de evitar el escándalo o el desorden,
pues para esto el ciudadano está obligado a ceder de su
derecho, según aquello de Mt 5: .Al que te requiera
para una milla, acompáñale dos; y si alguien te quita la
túnica, dale también el manto.
En segundo lugar, las leyes pueden ser injustas porque se
oponen al bien divino, como las leyes de los tiranos que
inducen a la idolatría o a cualquier otra cosa contraria a
la ley divina. Y tales leyes nunca es lícito cumplirlas,
porque, como se dice en Act 5: Hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres.
Respuesta a las objeciones:
1. El Apóstol afirma, en Rom 13, que toda
autoridad humana viene de Dios y, por lo tanto, quien
resiste a la autoridad, en cosas que caen bajo su
poder, resiste a la autoridad de Dios. Y, como tal,
se hace culpable en conciencia.
2. El argumento parte de las leyes humanas que
disponen algo contrario a los mandamientos divinos. Mas no
hay autoridad cuyo poder se extienda a tanto. Luego, en
estos casos, la ley humana no debe ser obedecida.
3. El
tercer argumento trata de las leyes que imponen a los
súbditos un gravamen injusto. Tampoco a esto se extienden
los poderes concedidos por Dios; de modo que en estos
casos el hombre no está obligado a obedecer la ley,
siempre que pueda eludirla sin escándalo y sin un daño más
grave. |