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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 98

La antigua ley

ARTÍCULO 4

 

La ley antigua, ¿debió ser dada únicamente el pueblo judío?

 

 

Objeciones por las que parece que la ley antigua no debió ser dada sólo el pueblo judío.

 

1. La ley antigua disponía para la salud que nos debía venir por Cristo, como queda dicho. Pero esa salud no era sólo para los judíos, sino para todos los pueblos, según aquello de Is 49: Poco es que tú seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y reconducir a los que se han de salvar de Israel; yo te he hecho luz de las gentes para llevar mi salvación hasta los confines de la tierra. Luego la ley antigua debió darse a todos los pueblos y no sólo a un único pueblo.

 

2. Se lee en Act 10: No hay en Dios acepción de personas, sino que, en toda nación, el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto. Luego no debió abrir el camino de la salud a un pueblo más que a los otros.

 

3. Según se dijo atrás, la ley fue dada por medio de los ángeles. Pero el ministerio de los ángeles no sólo lo concedió Dios a los judíos, sino a todas las naciones, según se lee en el Eclo 17: Dio a cada nación un jefe. A todas las naciones proporciona también bienes temporales, menos valiosos para Dios que los espirituales. Luego también debió dar la ley a todos los pueblos.

 

Contra esto: Está lo que dice San Pablo en Rom 3: ¿En qué, pues, aventaja el judío?... Mucho en todos los aspectos. Primero porque han creido la palabra de Dios. Y en Sal 147 se dice: No hizo igual a gente alguna, y a ninguna otra manifestó sus juicios.

 

Solución: Una razón se podría señalar de haber sido dada la ley al pueblo judío más bien que a otros, a saber: que, mientras los demás pueblos se dedicaban a la idolatría, sólo el pueblo judío permaneció fiel al culto del Dios único y, por tanto, que los otros pueblos eran indignos de recibir la ley: que no se había de dar lo santo a los perros.

Pero esta razón no parece conveniente, ya que aquel pueblo, aun después de recibir la ley, se dio a la idolatría, lo que fue más grave, como resulta de Ex 32 y de Am 5: ¿Me ofrecisteis sacrificios y presentes en el desierto por espacio de cuarenta años, casa de Israel? Antes os llevasteis la tienda de Moloc y las imágenes de vuestros ídolos, que os habéis fabricado para adorarlos. Y expresamente se dice en el Dt 9: Entiende que no por tu justicia te da Yahveh la posesión de esta tierra, porque eres pueblo de dura cerviz. Y allí mismo se da como razón cumplir la palabra que con juramento dio a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.

Qué promesa sea ésta, lo declara el Apóstol en Gál 3, diciendo: Pues a Abrahán y a su descendencia fueron hechas las promesas. No dice a sus descendencias, como si fueran muchas, sino a uno, a su descendencia, que es Cristo. Dios, pues, otorgó a aquel pueblo la ley y otros beneficios especiales en atención a la promesa hecha a sus padres de que de ellos nacería el Cristo. Convenía, pues, que el pueblo del que Cristo había de nacer se distinguiera por una especial santidad, según se dice en Lev 19: Sed santos, porque yo soy santo. Ni fue por los méritos de Abrahán por los que se le hizo tal promesa, que Cristo nacería de su descendencia, sino por un elección y vocación gratuitas. Por lo cual se dice en Is 41: ¿Quién ha suscitado al justo desde Oriente y lo llamó para seguirle?

Es, pues, manifiesto que únicamente por la gratuita elección de Dios recibieran los patriarcas la promesa, y el pueblo nacido de ellos recibió la ley según lo que se dice en el Dt 4: De en medio del fuego has oído sus palabras, porque amó a tus padres y eligió después de ellos a su descendencia. Si todavía quisiéramos insistir y buscar la razón de por qué Cristo eligió ése y no otro pueblo para nacer en él, habremos de responder con San Agustín en Super Ioan.: No te atrevas a juzgar por qué atrae a éste y no a aquél, si no quieres incurrir en error.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. La salvación futura de Cristo estaba preparada para todas las gentes, pero Cristo debía nacer de un pueblo, el cual, por esto mismo, había de distinguirse con algunos privilegios, según lo que se dice en Rom 9: De ellos, es decir, de los judíos, es la adopción de hijos de Dios, y la alianza, y la legislación; de ellos son los patriarcas, de quienes procede Cristo según la carne.

 

2. La acepción de personas tiene lugar en aquellas cosas que se otorgan como deuda, no en aquellas que se conceden de forma gratuita. No incurre, pues, en la acepción de personas el que por pura liberalidad da de lo suyo a uno y no a otro; pero si uno fuera administrador de los bienes comunes y no los distribuyese con equidad, según los méritos de cada persona, este tal incurriría en acepción de personas. Dios confiere de pura gracia los beneficios de la salvación al género humano y, por tanto, no hay acepción de personas si se confieren a uno con preferencia a otros. Por esto dice San Agustín en el libro De praedest. sanct.: A todos cuantos Dios enseña, lo hace por misericordia; a los que no enseña, por justo juicio deja de enseñarles. Viene esto de la condenación del humano linaje por el pecado de los primeros padres.

 

3. Por la culpa se retiran al hombre los beneficios de la gracia, pero no los naturales, entre los cuales se cuenta el ministerio de los ángeles, exigido por el mismo orden natural de las cosas, según el cual los ínfimos son regidos por los intermedios. Lo mismo sucede con las ayudas corporales, que Dios da no sólo a los hombres, sino también a los ganados, según aquello de Sal 35: Tú, Señor, conservas a los hombres y a los animales.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva