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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 100

Los preceptos morales de la ley antigua

ARTÍCULO 6

 

¿Están debidamente ordenados los preceptos del decálogo?

 

 

Objeciones por las que parece que los diezpreceptos del decálogo no están bien ordenados.

 

1. Parece que el amor al prójimo se antepone al amor a Dios, porque el prójimo nos es más conocido que Dios, según se dice en 1 Jn 4: Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve. Pero los tres primeros preceptos pertenecen al amor de Dios, los otros siete al amor del prójimo; luego no están bien ordenados los preceptos del decálogo.

 

2. Por los preceptos afirmativos se imponen ciertos actos de virtud; por los negativos se prohíben los actos de los vicios; pero, según Boecio en su comentario Praedicamentorum, se han de extirpar los vicios antes de promover las virtudes; luego, entre los preceptos que miran al prójimo, se han de poner antes los preceptos negativos que los afirmativos.

 

3. Los preceptos de la ley tienen por objeto los actos humanos; pero antes son los actos de la mente que los de la boca y de las obras externas; luego no está situado convenientemente al final el precepto de no codiciar, que toca a la mente.

 

Contra esto: Dice el Apóstol en Rom 13: Lo que procede de Dios está bien ordenado; pero los preceptos del decálogo proceden de Dios inmediatamente, como queda dicho; luego están convenientemente ordenados.

 

Solución: Según queda dicho, los preceptos del decálogo tienen por objeto aquellas cosas que la mente humana recibe de inmediato. Ahora bien, es evidente que una cosa es aceptada más rápidamente por la razón cuanto más grave es su contraria y más se opone a la misma razón. Y es evidente que, al comenzar el orden de la razón por el fin, resulta más contra razón que el hombre no guarde el debido orden con relación a su fin. Pues el fin de la vida humana y de la sociedad es Dios, y así convenía que el hombre se ordenara a Dios primero mediante los preceptos del decálogo, puesto que lo contrario es gravísimo. Así como en un ejército, que se subordina al general como a su fin, el soldado debe subordinarse ante todo al general, y lo contrario es gravísimo; secundariamente debe someterse también a los otros oficiales.

Entre los preceptos por los que nos ordenamos a Dios ocupa el primer lugar el que impone al hombre la fidelidad a Dios, excluyendo toda relación con sus enemigos; el segundo, el que le prescribe la reverencia a Dios; el tercero, el que señala el servicio que debe prestarle. Mayor crimen es en el ejército la deslealtad del soldado que pacta con el enemigo que el que falta al respecto a su general, y esto es más grave que una simple desconsideración en el tratamiento.

De los preceptos que se refieren al prójimo es evidente que repugna más a la razón y es un pecado más grave el desorden contra las personas de quien es más deudor. Por eso, de los preceptos que miran al prójimo se pone ante todo el que toca a los padres. En los otros preceptos también es manifiesto el orden, atendiendo a la gravedad de los pecados, pues es más grave, y repugna más a la razón, el pecado de obra que el de palabra, y más el de palabra que el de pensamiento. Y, entre los pecados de obra, más grave es el homicidio, por el que se priva a un hombre de la vida, que el adulterio, por el que se impide al certeza sobre la prole que ha de nacer; y el adulterio es más grave que el hurto, que se refiere a los bienes materiales.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. Aunque para los sentidos el prójimo sea más conocido que Dios, sin embargo, el amor a Dios es la razón del amor al prójimo, como se mostrará más adelante. Por eso, los preceptos que nos ordenan a Dios deben ir primero.

 

2. Como Dios es principio universal de la existencia de todas las cosas, así el padre es principio de la existencia del hijo; y por eso, con razón se pone el precepto que mira a los padres después de los que miran a Dios.

La objeción tiene valor cuando la afirmación y la negación pertenecen al mismo tipo de obra, si bien, aun en este caso, no tenga omnímoda eficacia; pues, aunque en la ejecución de la obra primero se han de extirpar los vicios que incorporar las virtudes, según Sal 33: Apártate del mal y haz el bien, y en Is 1: Cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, sin embargo en nuestro conocimiento la virtud es anterior al pecado, pues por lo recto se conoce lo torcido, como se dice en I De anima. Y en Rom 3 se lee: Por la ley tenemos conocimiento del pecado, y conforme a esto el precepto afirmativo ha de ir antes.

Pero no es ésta la razón del orden, sino la ya expuesta, porque de los preceptos que miran a Dios, que son los de la primera tabla, el último es el afirmativo, porque su trasgresión trae consigo menor reato.

 

3. Aunque el pecado de pensamiento sea primero en la ejecución, sin embargo, su prohibición no está tan al alcance de la razón.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva