¿Están debidamente ordenados los preceptos del decálogo?
Objeciones por las que parece que los diezpreceptos
del decálogo no están bien ordenados.
1. Parece que el amor al prójimo se antepone al amor a
Dios, porque el prójimo nos es más conocido que Dios,
según se dice en 1 Jn 4: Pues el que no ama a su
hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien
no ve. Pero los tres primeros preceptos pertenecen al
amor de Dios, los otros siete al amor del prójimo; luego
no están bien ordenados los preceptos del decálogo.
2. Por los preceptos afirmativos se imponen ciertos
actos de virtud; por los negativos se prohíben los actos
de los vicios; pero, según Boecio en su comentario
Praedicamentorum, se han de extirpar los vicios antes
de promover las virtudes; luego, entre los preceptos que
miran al prójimo, se han de poner antes los preceptos
negativos que los afirmativos.
3. Los preceptos de la ley tienen por objeto los actos
humanos; pero antes son los actos de la mente que los de
la boca y de las obras externas; luego no está situado
convenientemente al final el precepto de no codiciar, que
toca a la mente.
Contra esto: Dice el Apóstol en Rom 13: Lo que
procede de Dios está bien ordenado; pero los preceptos
del decálogo proceden de Dios inmediatamente, como queda
dicho; luego están convenientemente ordenados.
Solución: Según queda dicho, los preceptos del
decálogo tienen por objeto aquellas cosas que la mente
humana recibe de inmediato. Ahora bien, es evidente que
una cosa es aceptada más rápidamente por la razón cuanto
más grave es su contraria y más se opone a la misma razón.
Y es evidente que, al comenzar el orden de la razón por el
fin, resulta más contra razón que el hombre no guarde el
debido orden con relación a su fin. Pues el fin de la vida
humana y de la sociedad es Dios, y así convenía que el
hombre se ordenara a Dios primero mediante los preceptos
del decálogo, puesto que lo contrario es gravísimo. Así
como en un ejército, que se subordina al general como a su
fin, el soldado debe subordinarse ante todo al general, y
lo contrario es gravísimo; secundariamente debe someterse
también a los otros oficiales.
Entre los preceptos por los que nos ordenamos a Dios ocupa
el primer lugar el que impone al hombre la fidelidad a
Dios, excluyendo toda relación con sus enemigos; el
segundo, el que le prescribe la reverencia a Dios; el
tercero, el que señala el servicio que debe prestarle.
Mayor crimen es en el ejército la deslealtad del soldado
que pacta con el enemigo que el que falta al respecto a su
general, y esto es más grave que una simple
desconsideración en el tratamiento.
De los preceptos que se refieren al prójimo es evidente
que repugna más a la razón y es un pecado más grave el
desorden contra las personas de quien es más deudor. Por
eso, de los preceptos que miran al prójimo se pone ante
todo el que toca a los padres. En los otros preceptos
también es manifiesto el orden, atendiendo a la gravedad
de los pecados, pues es más grave, y repugna más a la
razón, el pecado de obra que el de palabra, y más el de
palabra que el de pensamiento. Y, entre los pecados de
obra, más grave es el homicidio, por el que se priva a un
hombre de la vida, que el adulterio, por el que se impide
al certeza sobre la prole que ha de nacer; y el adulterio
es más grave que el hurto, que se refiere a los bienes
materiales.
Respuesta a las objeciones:
1. Aunque para los sentidos el prójimo sea más
conocido que Dios, sin embargo, el amor a Dios es la razón
del amor al prójimo, como se mostrará más adelante. Por
eso, los preceptos que nos ordenan a Dios deben ir primero.
2. Como Dios es principio universal de la existencia
de todas las cosas, así el padre es principio de la
existencia del hijo; y por eso, con razón se pone el
precepto que mira a los padres después de los que miran a
Dios.
La objeción tiene valor cuando la afirmación y la negación
pertenecen al mismo tipo de obra, si bien, aun en este
caso, no tenga omnímoda eficacia; pues, aunque en la
ejecución de la obra primero se han de extirpar los vicios
que incorporar las virtudes, según Sal 33: Apártate del
mal y haz el bien, y en Is 1: Cesad de hacer el
mal, aprended a hacer el bien, sin embargo en nuestro
conocimiento la virtud es anterior al pecado, pues por
lo recto se conoce lo torcido, como se dice en I De
anima. Y en Rom 3 se lee: Por la ley tenemos
conocimiento del pecado, y conforme a esto el precepto
afirmativo ha de ir antes.
Pero no es ésta la razón del orden, sino la ya expuesta,
porque de los preceptos que miran a Dios, que son los de
la primera tabla, el último es el afirmativo, porque su
trasgresión trae consigo menor reato.
3. Aunque
el pecado de pensamiento sea primero en la ejecución, sin
embargo, su prohibición no está tan al alcance de la razón. |