¿Cae bajo el precepto de la ley el modo de la virtud?
Objeciones por las que parece que el modo de la virtud
no cae bajo el precepto de la ley.
1. Consiste este modo en que uno ejecute con justicia
las cosas justas, con fortaleza las fuertes, y de forma
semejante las demás virtudes. Pero en Dt 16 se prescribe:
Ejecutarás justamente lo que es justo. Luego el modo
de la virtud cae bajo el precepto.
2. Principalmente cae bajo el precepto lo que está en
la intención del legislador. Pero la intención del
legislador procura en esto principalmente hacer virtuosos
a los hombres, como se dice en II Ethic. Y es
propio del virtuoso obrar virtuosamente; luego el modo de
la virtud cae bajo el precepto.
3. El modo de la virtud parece que consiste en que uno
obre con espontaneidad y con placer; pero esto cae bajo el
precepto de la ley divina, pues se dice en Sal 99:
Servid al Señor con alegría. Y en 2 Cor 9: No con
tristeza o por necesidad, pues Dios ama al que da con
alegría. Por lo que dice la Glosa: Lo bueno
que hicieres, hazlo con alegría, y entonces lo harás bien;
si lo ejecutas con tristeza, la obra sale de ti, pero no
la haces tú. Luego el modo de la virtud cae bajo el
precepto.
Contra esto: Está que nadie puede obrar como el
virtuoso si no posee el hábito de la virtud, como lo
declara el Filósofo en los libros II y V de la Etica.
Ahora bien, el que traspasa el precepto de la ley se hace
acreedor a la pena. Luego se seguirá que quien no tiene el
hábito de la virtud, merece castigo en cuanto hace, lo que
va en contra de la intención del legislador, que busca
inducir el hombre a la virtud, acostumbrándole a las obras
buenas. Luego el modo de la virtud no cae bajo el precepto.
Solución: Según hemos visto atrás, el precepto de la
ley tiene fuerza coactiva, y así, cae directamente bajo el
precepto de la ley aquello a que obliga la ley. La
coacción de la ley viene del temor a la pena, como se dice
en X Ethic., pues, propiamente hablando, cae bajo
el precepto lo que lleva señalada una sanción. Respecto a
la imposición de la pena, de un modo procede la ley divina
y de otro la humana. No se impone pena sino sobre aquellas
cosas de que el legislador puede juzgar, pues la ley
castiga mediante juicio. El hombre, el autor de la ley
humana, no puede juzgar sino de los actos exteriores,
porque los hombres ven las cosas que aparecen al
exterior, como se dice en 1 Re 16, y sólo Dios, autor
de la ley divina, puede juzgar de los movimientos
interiores de la voluntad, según aquello del Sal 7:
Dios escudriña el corazón y las entrañas.
Según esto, hemos de decir que el modo de la virtud en
parte lo consideran la ley humana y la divina; en parte,
sólo la ley divina, no la humana; en parte, ni la divina
ni la humana. En tres cosas consiste el modo de la virtud,
según dice el Filósofo en II Ethic. La primera, en
obrar «conscientemente». Esto es así considerado tanto por
la ley divina como por la humana, pues lo que uno hace con
ignorancia lo ejecuta accidentalmente. Por esto, de las
cosas ejecutadas con ignorancia, algunas son juzgadas
dignas de castigo o de perdón, tanto por la ley humana
como por la divina.
La segunda cosa es que uno obre voluntariamente o
por elección, es decir, por tal motivo, lo
que implica un doble movimiento de la voluntad y de la
intención, de los que se trató ya. Estas dos cosas no las
juzga la ley humana, sino únicamente la divina. La ley
humana no castiga al que quiere matar, pero no mata; lo
castiga, en cambio, la ley divina, según lo que se lee en
Mt 5: Quien se irrita contra su hermano será reo de
juicio.
La tercera cosa es que uno obre con firmeza y constancia.
Y esta firmeza es propia del hábito, siempre que uno actúe
en virtud de un hábito arraigado. Y en cuanto a esto, el
modo de la virtud no cae bajo el precepto ni de la ley
divina ni de la humana. Ni el hombre ni Dios castigan como
trasgresor del precepto al que rinde el honor debido a los
padres, aunque no posea el hábito de la piedad.
Respuesta a las objeciones:
1. El modo de ejecutar un acto de justicia que cae
bajo el precepto, es que se obre según el orden del
derecho, no que se haga por hábito de justicia.
2. Dos cosas intenta el legislador: la primera,
inducir a los hombres a la virtud mediante los preceptos
de la ley; la segunda es la obra que el precepto impone,
la cual dispone y lleva a la virtud y es un acto de ésta.
No es lo mismo el fin del precepto y aquello sobre que se
da el precepto, como en las demás cosas no es lo mismo el
fin y lo que conduce al fin.
3. Hacer sin tristeza la actos de virtud cae bajo
el precepto de la ley divina, pues quien obra con tristeza
no obra queriendo. Pero obrar con placer u obrar con
alegría, en cierto modo, cae bajo el precepto, por cuanto
la delectación nace del amor de Dios y del prójimo, que
cae bajo el precepto, ya que el amor es causa de deleite:
y en cierto modo no, por cuanto esta alegría nace del
hábito. La alegría en la obra es signo de un hábito
formado, según se dice en II Ethic. Puede, pues,
un acto ser agradable, o por razón del fin, o por su
conformidad con el hábito. |