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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 100

Los preceptos morales de la ley antigua

ARTÍCULO 9

 

¿Cae bajo el precepto de la ley el modo de la virtud?

 

 

Objeciones por las que parece que el modo de la virtud no cae bajo el precepto de la ley.

 

1. Consiste este modo en que uno ejecute con justicia las cosas justas, con fortaleza las fuertes, y de forma semejante las demás virtudes. Pero en Dt 16 se prescribe: Ejecutarás justamente lo que es justo. Luego el modo de la virtud cae bajo el precepto.

 

2. Principalmente cae bajo el precepto lo que está en la intención del legislador. Pero la intención del legislador procura en esto principalmente hacer virtuosos a los hombres, como se dice en II Ethic. Y es propio del virtuoso obrar virtuosamente; luego el modo de la virtud cae bajo el precepto.

 

3. El modo de la virtud parece que consiste en que uno obre con espontaneidad y con placer; pero esto cae bajo el precepto de la ley divina, pues se dice en Sal 99: Servid al Señor con alegría. Y en 2 Cor 9: No con tristeza o por necesidad, pues Dios ama al que da con alegría. Por lo que dice la Glosa: Lo bueno que hicieres, hazlo con alegría, y entonces lo harás bien; si lo ejecutas con tristeza, la obra sale de ti, pero no la haces tú. Luego el modo de la virtud cae bajo el precepto.

 

Contra esto: Está que nadie puede obrar como el virtuoso si no posee el hábito de la virtud, como lo declara el Filósofo en los libros II y V de la Etica. Ahora bien, el que traspasa el precepto de la ley se hace acreedor a la pena. Luego se seguirá que quien no tiene el hábito de la virtud, merece castigo en cuanto hace, lo que va en contra de la intención del legislador, que busca inducir el hombre a la virtud, acostumbrándole a las obras buenas. Luego el modo de la virtud no cae bajo el precepto.

 

Solución: Según hemos visto atrás, el precepto de la ley tiene fuerza coactiva, y así, cae directamente bajo el precepto de la ley aquello a que obliga la ley. La coacción de la ley viene del temor a la pena, como se dice en X Ethic., pues, propiamente hablando, cae bajo el precepto lo que lleva señalada una sanción. Respecto a la imposición de la pena, de un modo procede la ley divina y de otro la humana. No se impone pena sino sobre aquellas cosas de que el legislador puede juzgar, pues la ley castiga mediante juicio. El hombre, el autor de la ley humana, no puede juzgar sino de los actos exteriores, porque los hombres ven las cosas que aparecen al exterior, como se dice en 1 Re 16, y sólo Dios, autor de la ley divina, puede juzgar de los movimientos interiores de la voluntad, según aquello del Sal 7: Dios escudriña el corazón y las entrañas.

Según esto, hemos de decir que el modo de la virtud en parte lo consideran la ley humana y la divina; en parte, sólo la ley divina, no la humana; en parte, ni la divina ni la humana. En tres cosas consiste el modo de la virtud, según dice el Filósofo en II Ethic. La primera, en obrar «conscientemente». Esto es así considerado tanto por la ley divina como por la humana, pues lo que uno hace con ignorancia lo ejecuta accidentalmente. Por esto, de las cosas ejecutadas con ignorancia, algunas son juzgadas dignas de castigo o de perdón, tanto por la ley humana como por la divina.

La segunda cosa es que uno obre voluntariamente o por elección, es decir, por tal motivo, lo que implica un doble movimiento de la voluntad y de la intención, de los que se trató ya. Estas dos cosas no las juzga la ley humana, sino únicamente la divina. La ley humana no castiga al que quiere matar, pero no mata; lo castiga, en cambio, la ley divina, según lo que se lee en Mt 5: Quien se irrita contra su hermano será reo de juicio.

La tercera cosa es que uno obre con firmeza y constancia. Y esta firmeza es propia del hábito, siempre que uno actúe en virtud de un hábito arraigado. Y en cuanto a esto, el modo de la virtud no cae bajo el precepto ni de la ley divina ni de la humana. Ni el hombre ni Dios castigan como trasgresor del precepto al que rinde el honor debido a los padres, aunque no posea el hábito de la piedad.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. El modo de ejecutar un acto de justicia que cae bajo el precepto, es que se obre según el orden del derecho, no que se haga por hábito de justicia.

 

2. Dos cosas intenta el legislador: la primera, inducir a los hombres a la virtud mediante los preceptos de la ley; la segunda es la obra que el precepto impone, la cual dispone y lleva a la virtud y es un acto de ésta. No es lo mismo el fin del precepto y aquello sobre que se da el precepto, como en las demás cosas no es lo mismo el fin y lo que conduce al fin.

 

3. Hacer sin tristeza la actos de virtud cae bajo el precepto de la ley divina, pues quien obra con tristeza no obra queriendo. Pero obrar con placer u obrar con alegría, en cierto modo, cae bajo el precepto, por cuanto la delectación nace del amor de Dios y del prójimo, que cae bajo el precepto, ya que el amor es causa de deleite: y en cierto modo no, por cuanto esta alegría nace del hábito. La alegría en la obra es signo de un hábito formado, según se dice en II Ethic. Puede, pues, un acto ser agradable, o por razón del fin, o por su conformidad con el hábito.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva