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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 102

Razón de los preceptos ceremoniales

ARTÍCULO 3

 

¿Es posible asignar conveniente razón de las ceremonias tocantes a los sacrificios?

 

 

Objeciones por las que parece que no se pueden asignar convenientes razones de las ceremonias referentes a los sacrificios.

 

1. Las cosas que se ofrecían en sacrificio eran las que el hombre necesita para sustentar su vida, como ciertos animales y panes; pero Dios no necesita de tal sustento, según se dice en Sal 49: ¿Acaso comeré la carne de los toros o beberé la sangre de los machos cabríos? Luego sin razón se ofrecían a Dios tales sacrificios.

 

2. En los sacrificios divinos sólo se ofrecían tres especies de cuadrúpedos, a saber, el buey, la oveja y la cabra; de las aves, la tórtola y la paloma, y en casos especiales, como en el sacrificio para la purificación del leproso, los gorriones. Pero hay otros animales más nobles que éstos. Y como a Dios se debe ofrendar lo mejor de todo, parece que no sólo de estas cosas se habían de ofrecer sacrificios a Dios.

 

3. El hombre recibió de Dios el dominio de los volátiles y de las fieras, como también de los peces; luego sin razón los peces eran excluidos de los sacrificios.

 

4. Se prescribía ofrecer indiferentemente tórtolas o palomas; pues, como prescribía ofrecer los pichones, también se debían sacrificar los tortolinos.

 

5. Dios es el autor de la vida de los hombres y de los animales, como se ve por Gen 1. La muerte se opone a la vida; luego debieran ofrecerse a Dios no animales muertos, sino vivos, y más porque el Apóstol exhorta en Rom 12 a ofrecer nuestros cuerpos como hostia viva, santa y agradable a Dios.

 

6. Puesto que no se ofrecían en sacrificio a Dios sino los animales muertos, no parece importante cómo hubiesen muerto; sin razón, pues, se determina el modo de la inmolación, sobre todo de las aves, como se ve en Lev 1.

 

7. Todo defecto de los animales es principio de corrupción y de muerte; pues, si se ofrecían a Dios animales muertos, no había por qué excluir de la oblación los imperfectos, por ejemplo, los cojos, o los ciegos, o los defectuosos de otro tipo.

 

8. Los que ofrecían las víctimas a Dios debían participar de ellas, según la sentencia del Apóstol en 1 Cor 10: ¿No participan del altar los que comen las víctimas? Luego sin razón se sustraen a los oferentes algunas porciones de las víctimas, como la sangre, la grasa, el pecho y la paletilla derecha.

 

9. Como se ofrecían a Dios holocaustos, también se ofrecían víctimas pacíficas y víctimas por el pecado; pero no se ofrecían a Dios holocaustos de animales hembras, y sin embargo se ofrecían tanto de los cuadrúpedos como de las aves; luego sin razón se ofrecían hembras en los sacrificios pacíficos y por el pecado, y se excluían las aves de los sacrificios pacíficos.

 

10. Todas las víctimas pacíficas parecen ser del mismo género; luego no debió hacerse esta diferencia: que las carnes de ciertas víctimas pacíficas pudieran comerse al día siguiente y otras no, como se manda en Lev 7.

 

11. Todos los pecados convienen en apartar de Dios; luego por todos los pecados debía ofrecerse el mismo tipo de sacrificios para alcanzar la reconciliación con Dios.

 

12. Todos los animales que se ofrecían en sacrificio, se ofrecían de un mismo modo, es decir, muertos; no parece conveniente que se haga de diferente manera la ofrenda de los productos de la tierra. Ahora bien, se ofrecían ya las espigas, ya la harina, ya el pan cocido en el horno, en la sartén o en la parrilla.

 

13. Todo cuanto recibimos para nuestra utilidad, hemos de reconocer que viene de Dios; luego sin motivo, fuera de los animales, se ofrecían a Dios sólo estos productos: pan, vino, aceite, incienso y sal.

 

14. Los sacrificios corporales expresan el sacrificio interior del corazón, por el que el hombre ofrece a Dios su espíritu; pero en este sacrificio interior hay más de dulce, representado por la miel, que de amargo, que representa la sal, según se dice en Eclo 24: Mi espíritu es más dulce que la miel. Luego sin motivo se prohíbe añadir al sacrificio la miel y el fermento, que hace el pan sabroso, y se manda poner sal, que es picante, e incienso, que tiene sabor amargo. Por esto parece que cuanto se prescribe sobre las ceremonias de los sacrificios no tiene causa razonable.

 

Contra esto: Está lo que se dice en Lev 1: Y todo lo ofrecido lo quemará el sacerdote sobre el altar, en holocausto y suavísimo olor al Señor. Pero, según se dice en Sab 7, Dios no ama a nadie sino al que vive con la sabiduría; de donde se sigue que cuanto es acepto a Dios, va unido a la sabiduría. Luego aquellas ceremonias de los sacrificios se hacían con sabiduría y tenían causas razonables.

 

Solución: Según vimos en el artículo precedente, las ceremonias de la ley antigua tienen dos causas: una literal, según la cual se ordenaban al culto de Dios, y otra figurativa o mística, en orden a figurar a Cristo. Por una y otra parte se pueden asignar las causas convenientes de las ceremonias que afectan a los sacrificios. En cuanto ordenados al culto divino, la causa de los sacrificios puede considerarse doble: la primera mira los sacrificios como ordenación de la mente a Dios, lo cual avivaba el oferente con el mismo sacrificio. A esta recta ordenación de la mente a Dios pertenece que el hombre reconozca que cuanto tiene proviene de Dios como de su primer principio y lo ordene a Él como a su último fin. Esto se expresa por las oblaciones y sacrificios con que el hombre ofrecía en honor a Dios las cosas que posee, en reconocimiento por las recibidas de Él. Esto concuerda con lo que dice David en 1 Paral 29: Tuyas son todas las cosas, y lo que de tu mano hemos recibido te lo hemos dado. De manera que con las oblaciones y sacrificios proclamaba el hombre que Dios era el primer principio de la creación de las cosas y el fin último al que todas se habían de referir.

Y porque pertenece a la recta ordenación de la mente a Dios que la mente humana no reconozca otro primer autor de las cosas fuera de Dios ni ponga en otro alguno su fin, por eso se prohibía en la ley ofrecer sacrificios a otro que no fuese Dios, según lo que se dice en Ex 22: El que inmola a los dioses, fuera del único Dios, será castigado con la muerte. De aquí puede señalarse otra causa de los sacrificios, a saber, que por ellos se retraían los hombres de sacrificar a los ídolos. Por esto, los preceptos sobre los sacrificios no fueron dados al pueblo judío sino después de inclinarse a la idolatría adorando al becerro fundido, como si estos sacrificios hubieran sido instituidos para que el pueblo, inclinado a ellos, los ofreciera a Dios y no a los ídolos. De donde se dice en Jer 7: No hablé a vuestros padres y no les mandé nada respecto a los holocaustos y a las víctimas el día que los saqué de la tierra de Egipto.

Entre todos los dones que otorgó Dios al género humano después de su caída en el pecado, destaca la donación de su propio Hijo, por lo que se dice en Jn 3: Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El, no perezca, sino alcance la vida eterna. Y así, el principal sacrificio es el del mismo Cristo, que se ofreció a sí mismo a Dios en olor suave, como se dice en Ef 5. Y por esto todos los sacrificios de la ley antigua se ofrecían para figurar este singular y principal sacrificio, como lo perfecto mediante lo imperfecto. Conforme a esto, dice el Apóstol en Heb 10: El sacerdote de la antigua ley ofrecía muchas veces las mismas víctimas, que no podían quitar los pecados; Cristo, en cambio, se ofreció por los pecados una vez para siempre. Y como de lo figurado se toma la razón de la figura, por eso del verdadero sacrificio de Cristo han de tomarse las razones figurativas de los sacrificios de la antigua ley.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. No quería Dios que estos sacrificios se le ofrecieran a causa de las cosas ofrecidas, como si necesitase de ellas; por lo cual se dice en Is 1: No quiero holocaustos de carneros, ni sebo de vuestros bueyes cebados; ni sangre de toros, ni de ovejas, ni de machos cabríos. Lo que Dios pretendía con estas ofrendas era, según se dijo antes, excluir la idolatría, expresar la debida ordenación de la mente humana a Dios y también figurar el misterio de la redención humana llevada a cabo por Cristo.

 

2. Había razones de conveniencia universal por las que se ofrecían en sacrificio a Dios estos animales y no otros. La primera era desterrar la idolatría, pues los idólatras ofrecían a sus dioses todos los otros animales o de ellos se servían para sus maleficios; en cambio, estos animales eran abominables para los egipcios, con quienes habían tenido largo trato los hebreos, y no los ofrecían en sacrificio a sus dioses, según se dice en Ex 8: Inmolaremos al Señor, nuestro Dios, las abominaciones de los egipcios, pues rendían culto a las ovejas, veneraban a los machos cabríos, bajo cuya figura se les aparecían los demonios; y los bueyes, aparte de emplearlos en la agricultura, los contaban entre los seres sagrados.

Otra conveniencia era la ordenación de la mente a Dios por una doble causa: primero, porque por estos animales principalmente se sustenta la vida humana; son, además, limpísimos y usan de alimento limpio, a diferencia de los animales salvajes, que no pueden ser el alimento ordinario del hombre, y los mismos domésticos, como el puerco y la gallina, se alimentan de cosas inmundas, y debía ofrecerse a Dios tan sólo lo que es puro. Del mismo modo, se le ofrecían aves que abundaban en la tierra prometida. Segundo, porque con la inmolación de estos animales se significaba la pureza de la mente; pues, como dice la Glosa sobre el Levítico 1: Ofrecemos el becerro cuando vencemos la soberbia de la carne; el cordero, cuando corregimos los movimientos contrarios a la razón; el cabrito, cuando vencemos la lascivia; la tórtola, cuando guardamos la castidad; los panes ácimos, cuando obramos con sinceridad. Y es bien evidente que la paloma simboliza la caridad y la sencillez.

Tercera razón de conveniencia era que estos animales ofrecidos eran figura de Cristo, pues en la misma Glosa se dice: Cristo es ofrecido en el becerro por la virtud de la cruz; en el cordero, por la inocencia; en el carnero, por el principado; en el macho cabrío, por la semejanza de la carne de pecado; en la tórtola y la paloma se significa la unión de las dos naturalezas, o la castidad en la tórtola y en la paloma la caridad; y en la flor de harina, la aspersión de los creyentes con el agua bautismal.

 

3. Los peces que viven en el agua están más alejados del hombre que los otros animales, que, como el hombre, viven en el aire. Además los peces mueren en cuanto se los saca del agua, y así no podían ser ofrecidos en el templo como los otros animales.

 

4. De las tórtolas son preferibles las mayores a las pequeñas; al contrario que en las palomas; por eso dice rabí Moisés que se manda ofrecer las tórtolas y los pichones porque a Dios se debe ofrecer lo mejor de todo.

 

5. Se mataban los animales ofrecidos en sacrificio porque así es como los consume el hombre, y así fueron dados por Dios al hombre para su alimento. Por esto también se quemaban al fuego, porque así suele cocerlos el hombre.

Asimismo, por la muerte de los animales se significa la destrucción de los pecados y que el hombre era digno de muerte por sus pecados, como si los animales fueran muertos en lugar de los hombres, significando la expiación de los pecados.

Mediante la muerte de los animales también se significaba la muerte de Cristo.

 

6. El modo especial de matar los animales inmolados era determinado por la ley para excluir otros modos usados por los idólatras para inmolar animales a sus ídolos. O también, según dice rabí Moisés: la ley eligió aquel modo de muerte que menos hace sufrir a los animales, excluyendo con esto la dureza con los que ofrecen y el deterioro de los animales muertos.

 

7. Los animales defectuosos suelen ser tenidos en poco entre los hombres, y por eso se prohibía ofrecerlos a Dios como sacrificio. Por esta misma causa se prohibía presentar como ofrenda para la casa de Dios la merced de una meretriz y el precio de un perro (de un prostituto). Por la misma causa no se ofrecían animales antes del séptimo día, porque tales animales eran casi abortivos a causa de su inconsistencia y ternura.

 

8. Los sacrificios eran de tres géneros: el holocausto o totalmente quemado, porque toda la víctima era quemada completamente. Tales sacrificios se ofrecían especialmente en reverencia de la majestad divina y por amor de su bondad. Correspondía al estado de perfección, que consiste en el cumplimiento de los consejos. Se quemaba todo el animal, que, reducido a humo, subía al cielo para significar que todo el hombre y todas sus cosas están sujetos al dominio de Dios y todas deben serle ofrecidas.

Otro es el sacrificio por el pecado, que se ofrecía a Dios para obtener la remisión de los pecados y corresponde al estado de los penitentes por la satisfacción de sus pecados. En este sacrificio se dividía la víctima en dos partes, de las que una era quemada, y la otra se reservaba para uso del sacerdote a fin de significar que la expiación de los pecados la realiza Dios por ministerio de los sacerdotes. Sólo cuando se ofrecía el sacrificio por los pecados de todo el pueblo o del sacerdote, se quemaba la víctima entera, pues no debía apropiarse el sacerdote lo que se ofrecía por sus propios pecados, para que no quedase en él cosa de pecado y porque eso no sería satisfacción por el pecado. Si la víctima se distribuyese a aquellos por cuyos pecados se ofrecía, sería igual que si no se ofreciese.

El tercer género de sacrificio se llamaba hostia pacífica, la cual se ofrecía a Dios, sea en acción de gracias, sea por la salud o prosperidad de los oferentes, sea por razón de un beneficio que se esperaba o que ya se había recibido, y conviene al estado de los que van aprovechando en el cumplimiento de los mandamientos. En estos sacrificios se dividía la víctima en tres partes; la una se quemaba en honor de Dios; la segunda se otorgaba a los sacerdotes, y la tercera era de los oferentes, para significar que la salud del hombre procede de Dios bajo la dirección de sus ministros y con la cooperación de los mismos hombres que obtienen la salud.

Y la regla general era que ni la sangre ni la grasa se distribuían al sacerdote o a los oferentes, sino que la sangre era derramada al pie del altar en honor a Dios, y la grasa era quemada al fuego. La primera razón de esto era excluir la idolatría, pues los idólatras bebían la sangre de las víctimas y comían sus grasas, según lo que se dice en Dt 32: Los que comían las grasas de sus víctimas y bebían el vino de sus libaciones. La segunda razón era servir de regla de la vida humana, y así se prohibía comer la sangre para inspirar horror al derramamiento de la sangre humana; por lo cual se dice en Gén 9: No comeréis carne con sangre, pues yo vengaré vuestra sangre. La comida de las grasas se prohibía para evitar la lascivia; por donde se dice en Ez 34: Matabais el ganado gordo. La tercera razón es la reverencia divina, pues la sangre es sumamente necesaria para la vida; por lo cual se dice que el alma está en la sangre. La grasa indica la abundancia de alimento. De esta manera, para mostrar que de Dios procede la vida y todos los bienes, se derrama la sangre y se quema la grasa en honor de Dios. Una cuarta razón es la de figurar la efusión de la sangre de Cristo y la abundancia de su caridad, por la cual se ofreció a Dios por nosotros.

De las hostias pacíficas se concedía al sacerdote el pecho y la paletilla derecha, para excluir cierta especie de adivinación llamada «espatulomancia», porque pretendían adivinar por el omóplato de los animales y por los huesos del pecho, todo lo cual se sustraía por eso a los oferentes. Por aquí se significaba también cuan necesaria era al sacerdote la sabiduría del corazón para instruir al pueblo, significado en el pecho, que cubre el corazón, y asimismo la fortaleza para soportar los defectos, significada por el brazo derecho.

 

9. El holocausto era el más perfecto de los sacrificios, y por eso no se ofrecía en él sino un animal macho, pues la hembra es animal imperfecto. La ofrenda de las tórtolas y de las palomas se admitía por la pobreza de los oferentes que no podían ofrecer animales mayores. Y porque las hostias pacíficas se ofrecían libremente, y nadie era obligado a ofrecerlas, por esto estas aves no se ofrecían entre las hostias pacíficas, sino entre los holocaustos y hostias por el pecado, que a veces era preciso ofrecer. Estas aves, a causa de la altura de su vuelo, simbolizan la perfección de los holocaustos, y también las hostias por el pecado, porque su canto es un gemido.

 

10. Entre todos los sacrificios, el principal era el holocausto en el que era consumido todo en honor a Dios y nada de él se comía. El segundo lugar lo obtenía la hostia por el pecado, que era comida tan sólo por los sacerdotes en el atrio y el mismo día del sacrificio. El tercer lugar, la hostia pacífica en acción de gracias, que se debía comer el mismo día, pero en toda Jerusalén. El cuarto lugar lo ocupaba la hostia pacífica con motivo de un voto, cuyas carnes podían comerse aun al día siguiente. La razón de este orden es porque la máxima obligación del hombre con Dios radica en la majestad divina; la segunda, en la ofensa cometida; la tercera, a causa de los beneficios recibidos, y la cuarta, por los que se espera recibir.

 

11. Los pecados se agravan por la condición del pecador, según antes dijimos, y por esto una era la víctima prescrita por el pecado del sacerdote o de un príncipe; otra la que se mandaba por una persona privada. Conviene advertir que, según dice rabí Moisés, cuanto más grave era el pecado, tanto más vil era la víctima que por él se ofrecía. Y así se ofrecía una cabra, que es el más vil de todos los animales, por el pecado de idolatría, que es el más grave de los pecados; por la ignorancia del sacerdote se ofrecía un becerro, y un macho cabrío por la negligencia de un príncipe.

 

12. La ley quiso tener en cuenta en los sacrificios la pobreza de los oferentes, de modo que quien no pudiera ofrecer un cuadrúpedo, al menos ofreciera un ave; y el que ni esto podía, ofreciese un pan; y si ni aun esto tenía, un poco de harina o unas espigas.

La causa figurativa es que el pan significa a Cristo, el pan vivo, según se lee en Jn 6, el cual estaba como en la espiga, en la fe de los patriarcas durante la ley natural; y era como la flor de harina en la doctrina de la Ley y de los Profetas; y era como el pan amasado después de tomada carne humana, y cocido al fuego, esto es, formado por el Espíritu Santo en el horno del seno virginal; como pan cocido en la sartén por los trabajos que en este mundo soportó, y por los de la cruz, como quemado en las parrillas.

 

13. Los productos de la tierra que utiliza el hombre, o son para su comida, y de éstos se ofrecía el pan; o para bebida, y de éstos se ofrecía el vino; o son para condimento, y de ellos se ofrecía el aceite y la sal; o son para medicina, y de éstos se ofrecía el incienso, que es aromático y estimulante.

Mediante el pan se figura la carne de Cristo; por el vino, su sangre, por la que fuimos redimidos; el aceite figura la gracia de Cristo; la sal, la ciencia, y el incienso, la oración.

 

14. No se ofrecía la miel en los sacrificios a Dios, porque acostumbraban a ofrecerla en los sacrificios de los ídolos; y también para excluir todo dulzor carnal y voluptuosidad en quienes querían ofrecer sacrificios a Dios. El fermento no se ofrecía, para excluir la corrupción y, tal vez, porque acostumbraban a ofrecerlo en los sacrificios de los ídolos.

Pero se ofrecía la sal, que impide la corrupción y la podredumbre, pues los sacrificios de Dios deben ser incorruptos; y también porque la sal significa la discreción de la sabiduría o la mortificación de la carne.

El incienso se ofrecía para designar la devoción de la mente, necesaria en los oferentes, y también el olor de la buena fama, pues el incienso es graso y oloroso. Y porque el sacrificio de los celos no procedía de devoción, sino más bien de suspicacia; por esto en él no se ofrecía incienso.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva