¿Se puede asignar razón suficiente para las ceremonias
pertinentes a las cosas sagradas?
Objeciones por las que parece que no se puede asignar
razón suficiente para las ceremonias de la antigua ley
tocantes a las cosas sagradas.
1. Dice San Pablo en Act 17: Dios, que hizo el
mundo y todo cuanto en él hay, siendo dueño del cielo y de
la tierra, no habita en templos hechos por manos de hombre.
Luego sin razón se estableció en la antigua ley un
tabernáculo y un templo destinados al culto de Dios.
2. El estado de la ley antigua no fue cambiado sino
por Cristo; ahora bien, el tabernáculo designaba el estado
de la antigua ley; luego no debió cambiarse por la
edificación de templo alguno.
3. La ley divina debe llevar a los hombres al culto
divino, a cuyo aumento contribuye la multiplicación de los
altares y de los templos, como se ve en la ley nueva;
luego parece que en la ley vieja no debió haber un solo
templo o un solo tabernáculo, sino muchos.
4. El tabernáculo, o el templo, estaba destinado al
culto de Dios; pero en Dios, sobre todo, se deben honrar
su unidad y su simplicidad; luego no parece conveniente
que el tabernáculo o el templo estuviesen divididos por
diversos velos.
5. El poder del primer Motor, que es Dios, se deja
notar primero en oriente, donde empieza el primer
movimiento; pero el tabernáculo fue instituido para la
adoración de Dios; luego debía estar vuelto hacia el
oriente más bien que hacia el occidente.
6. Mandó Dios en Ex 20 que no hicieran imágenes
talladas ni representación alguna; luego no estuvo
bien poner las imágenes talladas de los querubines en el
tabernáculo o en el templo. Tampoco parece que había razón
para que estuviesen allí el arca, y el propiciatorio, y el
candelero, y la mesa, y el doble altar.
7. En Ex 20 mandó Dios que le hiciesen un altar de
tierra y, además, que no subiesen por gradas a su
altar; luego no estuvo bien mandado después fabricar
un altar de madera, cubierto de oro y bronce, y de tanta
altura que eran necesarias gradas para subir a él. En
efecto, se dice en Ex 27: Harás un altar de madera de
acacia, de cinco codos de largo y cinco de ancho y tres
codos de alto, y le revestirás de bronce. Y en Ex 30:
liarás también un altar para quemar el incienso, de madera
de acacia y lo revestirás de oro purísimo.
8. Nada debe haber superfluo en las obras de Dios,
pues tampoco se encuentra nada superfluo en las obras de
la naturaleza. Ahora bien, para un tabernáculo o para una
casa basta una sola cubierta; luego no fue conveniente que
al tabernáculo le pusieran varias cubiertas, a saber, una
de cortinas, otra de lana, otra de pieles de carnero
teñidas de escarlata, y otra de pieles de color de jacinto.
9. La consagración exterior significa la santidad
interior, cuyo sujeto es el alma; luego no había por qué
consagrar el tabernáculo y sus utensilios, que eran cosas
inanimadas.
10. Se dice en Sal 33: Bendeciré en toda ocasión al
Señor; su alabanza estará siempre en mi boca. Sin
embargo, se establecieron solemnidades para alabar a Dios;
luego no parece conveniente que se estableciesen
determinados días para celebrar estas solemnidades. En
suma, que no parece que las ceremonias de las cosas
sagradas tengan causas razonables.
Contra esto: Está lo que dice el Apóstol en Heb 8:
Quienes hacen ofrendas según la ley, sirven ante lo que es
imagen y sombra de lo celeste, según fue revelado a Moisés
cuando se disponía a construir el tabernáculo: Mira, se le
dijo, y hazlo todo según el modelo que te ha sido mostrado
en el monte. Pero es muy razonable lo que representa
la imagen de las cosas celestiales; luego las ceremonias
de las cosas sagradas tienen causa razonable.
Solución: Todo el culto exterior de Dios
principalmente se ordena a despertar en los hombres la
reverencia hacia Dios. Pues es ésta la condición humana:
que haga menos aprecio de las cosas comunes, que no se
distinguen de las demás, y, al contrario, tengan en mayor
respeto y reverencia las que, por alguna excelencia, se
distinguen de las otras. De donde vino la costumbre entre
los hombres de que los reyes y príncipes, a quienes
corresponde ser reverenciados por sus súbditos, vistan más
preciosos vestidos y habiten más amplias y suntuosas
moradas. Por esta misma razón fue conveniente que se
consagrasen al culto de Dios algunos tiempos especiales, y
un especial tabernáculo, especiales vasos y especiales
ministros, para llevar a los hombres a mayor reverencia de
Dios.
Asimismo, como ya dijimos, el estado de la antigua ley
había sido instituido para figurar el misterio de Cristo.
Ahora bien, sólo una cosa concreta puede figurar otra y
representar su semejanza, y por eso fue preciso establecer
algunas observancias especiales tocantes al culto de Dios.
Respuesta a las objeciones:
1. Dos cosas es preciso considerar en el culto
divino, a saber, Dios, que es adorado, y los hombres que
lo adoran. Cuanto a Dios, que es adorado, no puede ser
encerrado en ningún espacio material, y, por tanto, no fue
necesario que, por él, se fabricase tabernáculo o templo
alguno. Pero los hombres que adoran a Dios son corporales,
y les pareció oportuno levantar un tabernáculo o templo
para el culto divino por dos motivos. Primero, para que
los que se reuniesen en este lugar lo hiciesen con el
pensamiento de que se trataba de adorar a Dios y se
acercasen con la mayor reverencia. Segundo, a fin de que,
con la disposición misma de tal templo o tabernáculo, se
significase algo tocante a la excelencia de la divinidad o
de la humanidad de Jesucristo.
Esto es lo que dijo Salomón en 3 Re 8: Si los cielos y
los cielos de los cielos no son capaces de contenerle,
¡cuánto más esta casa que yo te he edificado! Y luego
añade: Que estén abiertos tus ojos noche y día sobre
esta casa, de la que has dicho: En ella estará mi nombre,
y oye la oración de tu siervo y de tu pueblo Israel.
De donde se manifiesta que la casa del santuario no fue
edificada para contener a Dios como morador de aquel lugar,
sino para que el nombre de Dios habitase allí, es
decir, para que la noticia de Dios se hiciera allí
manifiesta mediante las cosas que allí se hacían o decían,
y, por la reverencia del lugar, las oraciones se hicieran
más dignas de ser oídas a causa de la devoción de los que
oraban.
2. El estado de la ley antigua no se cambió antes de
Cristo en cuanto al cumplimiento de la ley, que sólo fue
realizado por Cristo; pero sí se cambió en cuanto a la
condición del pueblo que estaba sometido a la ley. Pues
primeramente peregrinó el pueblo por el desierto sin
morada fija; luego sostuvo diversas guerras con las
naciones vecinas, y por fin, en la época de David y
Salomón, logró el pueblo un estado tranquilo. Y fue
entonces cuando fue edificado el templo en el sitio que
por divina inspiración había designado Abrahán como propio
para inmolar. Pues se dice en Gén 22 que el Señor mandó a
Abrahán que le ofreciese su hijo en holocausto sobre
uno de los montes que le mostraría, y luego dice que
fue llamado aquel lugar «El Señor ve», indicando
que, según la previsión de Dios, aquel sitio había sido
elegido para el culto divino. Por esto se dice en Dt 12:
Vendréis al lugar que eligió el Señor, vuestro Dios, y
ofreceréis vuestros holocaustos y víctimas.
Aquel lugar no convenía que fuera designado para la
edificación del templo antes del tiempo predicho, por tres
razones que aduce rabí Moisés. La primera, para que los
gentiles no se apropiasen el lugar; la segunda, para que
no lo destruyesen; y la tercera, para que no lo
pretendiesen en heredad todas las tribus y se originaran
por este motivo pleitos y contiendas. Por esto tampoco fue
edificado el templo hasta que tuvieron rey que pudiera
reprimir estas contiendas. Antes, tenían para el culto de
Dios un tabernáculo transportable por diversos lugares, lo
que indicaba que aún no existía un lugar determinado para
el culto divino. Esta es la razón literal de la diversidad
entre el tabernáculo y el templo.
La razón figurativa puede ser que, por estas dos cosas, se
señalaba el doble estado. Mediante el tabernáculo, que era
mudable, se significaba el estado mudable de la vida
presente; por el templo, fijo y estable, el estado de la
vida futura, que es totalmente inmutable. Por esto se dice
que en la edificación del templo no se oyó el sonido del
martillo ni de la sierra, para indicar que toda turbación
y tumulto está ausente del estado futuro. También pudo
significar el tabernáculo el estado de la ley antigua, y
el templo construido por Salomón, el estado de la ley
nueva. Por lo cual, en la construcción del tabernáculo
sólo los hebreos trabajaron; mientras que en la del templo
trabajaron los gentiles, a saber, los tirios y los
sidonios.
3. La razón de la unidad del templo o del tabernáculo
puede ser literal y figurativa. La literal, para excluir
la idolatría, pues los gentiles levantaban diversos
templos a los diversos dioses. Por esto, para afirmar en
el ánimo de los hombres la fe en la unidad divina, quiso
Dios que en un solo lugar se le ofreciesen sacrificios; y
para que se manifestase mediante esto que el culto
material no le era de suyo acepto. Con esto se les
contenía para que no ofreciesen sacrificios a cada
instante y en todo lugar. Pero el culto de la nueva ley,
en cuyo sacrificio se contiene la gracia espiritual, es de
suyo grato a Dios, y por eso se multiplican los altares y
templos en la ley nueva.
Por lo que se refiere al culto espiritual de Dios, que
consiste en la doctrina de la Ley y de los Profetas, había
en la ley antigua diversos lugares adecuados, en los que
se reunían para alabar a Dios, y que se llamaban sinagogas,
como ahora se llaman iglesias los lugares en los que se
reúne el pueblo cristiano para dar gloria a Dios. Así
sucede nuestra iglesia al templo y a la sinagoga, porque
el sacrificio de la iglesia es espiritual, y así entre
nosotros no se distingue el lugar del sacrificio y el de
la enseñanza.
La razón figurativa puede ser la de significar la unidad
de la Iglesia militante y triunfante.
4. Como en la unidad del templo y del tabernáculo
estaba representada la unidad de Dios y la unidad de la
Iglesia, así en su distinción se representaban la
distinción de aquellas cosas que están sujetas a Dios de
las cuales nos elevamos a la veneración de Dios. Se
distinguían en el tabernáculo dos partes: una que se
llamaba santísimo, que estaba hacia occidente, y
otra llamada santo, que daba al oriente. Además,
delante del tabernáculo estaba el atrio. Esta distinción
se debe a un doble motivo: uno, en cuanto el tabernáculo
se ordenaba al culto de Dios, y, conforme a esto, estaban
figuradas las diversas partes del mundo en la distinción
del tabernáculo. Pues la parte llamada santísimo
representaba el mundo superior, que es el de las
sustancias espirituales, y la parte llamada santo
significa el mundo corporal. Y el santísimo y el
santo estaban separados por un velo de cuatro colores,
que representaban los cuatro elementos, a saber: el viso,
mediante el que se designa la tierra, porque el viso, o
lino, nace de la tierra; la púrpura significa el agua,
pues el color purpúreo se consigue a partir de ciertas
conchas que se encuentran en el mar; el jacinto significa
al aire, porque tiene el color de éste, y la escarlata,
dos veces teñida, designa al fuego. Y todo es porque la
materia de los cuatro elementos es el velo que nos impide
ver las sustancias espirituales. Por esta misma razón, en
lo más interno del tabernáculo, o sea, en el santísimo
sólo entraba el sumo sacerdote, y esto una sola vez en el
año, para designar la última perfección del hombre,
necesaria para ser admitido en ese mundo superior. En el
tabernáculo exterior, llamado santo, entraban cada
día los sacerdotes, pero no el pueblo, que sólo llegaba
hasta el atrio, porque el pueblo es capaz de percibir las
cosas corporales, pero sólo los sabios pueden alcanzar las
íntimas razones de éstas.
Cuanto a las razones figurativas, mediante el tabernáculo
exterior, llamado santo, se significa el estado de
la ley antigua, según dice el Apóstol en Heb 9, porque en
aquella parte del tabernáculo entraban siempre los
sacerdotes a ejercer sus oficios. Mediante el
tabernáculo interior, o santísimo, se figura la
gloria del cielo o el estado espiritual de la ley nueva,
que es cierta incoación de la gloria futura, en que somos
introducidos por Cristo. Esto lo figuraba la entrada de
solo el sumo sacerdote en el santísimo una vez al
año. El velo figuraba el secreto de los sacrificios
espirituales, representados por los sacrificios antiguos.
El velo se adornaba con cuatro colores, el viso
representaba la pureza de la carne; la púrpura, los
sufrimientos que los santos soportaron por Dios; la
escarlata, dos veces teñida, la doble caridad a Dios y al
prójimo; el jacinto, la meditación de las cosas
celestiales. En el estado de la antigua ley, una era la
situación del pueblo y otra la de los sacerdotes, pues el
pueblo contemplaba los sacrificios corporales que se
ofrecían en el atrio. Los sacerdotes, sin embargo,
consideraban las razones de esos sacrificios y tenían una
fe más explícita de los misterios de Cristo. Por esto
entraban en el tabernáculo exterior, separado con un velo
del atrio, porque algunos misterios de Cristo estaban
ocultos al pueblo y manifiestos a los sacerdotes. Sin
embargo, tampoco a éstos les habían sido plenamente
revelados como después en el Nuevo Testamento, según se
dice en Efesios, 3.
5. Se introdujo en la ley la adoración hacia el
occidente para excluir la idolatría, pues los gentiles se
volvían al oriente para adorar al sol. Por esto dice Ez 8:
Tenían las espaldas contra el templo del Señor y la cara
hacia oriente para adorar la salida del sol. Pues para
excluir esto, el tabernáculo tenía el «santísimo» hacia el
occidente, para que adorasen hacia esta parte.
La razón figurativa pueder ser que toda la disposición del
primer tabernáculo se ordenaba a significar la muerte de
Cristo, representada en el ocaso, según lo que se dice en
Sal 67: El que sube hacia el ocaso, el Señor es su
nombre.
6. De las cosas contenidas en el tabernáculo podemos
señalar las razones literales y figurativas: las literales,
en relación con el culto divino. Y porque, según queda
dicho, por el tabernáculo interior, llamado santísimo,
se significaba el mundo superior de las sustancias
espirituales, por eso en aquella parte del tabernáculo se
contenían tres cosas, a saber: el arca de la alianza,
en la que había una urna de oro con maná; la vara de Aarón,
que había florecido, y las tablas, en que estaban
escritos los diez preceptos de la ley. Esta arca estaba
colocada entre dos querubines, que mutuamente se
miraban, y sobre el arca estaba la cubierta, llamada
propiciatorio, sobre las alas de los querubines, como
si fuera llevado por ellos, y como si aquella cubierta
fuera el asiento de Dios. Por esto era llamada «propiciatorio»,
como si desde aquí se mostrase Dios propicio con el pueblo
a las súplicas del sumo sacerdote y como si fuese
transportado por los querubines, obedientes a Dios. El
arca del testamento era como el escabel de Dios, que se
sienta en el propiciatorio. Mediante estas tres cosas eran
designadas otras tres que hay en el mundo superior, a
saber: Dios, que está sobre todo y es incomprensible a
todas las criaturas. Por esto, no se establecía semejanza
alguna para representar su invisibilidad; pero se ponía
cierta figura de su asiento, porque así se haría
comprensible la naturaleza creada, que está sometida a
Dios como un asiento a quien se sienta. Hay también en el
mundo superior sustancias espirituales, llamadas ángeles,
que están significados por los dos querubines que se miran
mutuamente, para indicar la concordia que tienen entre sí,
según lo que se lee en Job 25: El mantiene la paz en
las alturas. Por esto mismo, no hay un único querubín
para designar la multitud de los espíritus celestes y, al
mismo tiempo, excluir su culto de parte de aquellos a
quienes se había mandado que adorasen a un solo Dios.
Existen también en el mundo inteligible las razones de
cuanto en este mundo inferior se realiza, como las razones
de los efectos encerrados en sus causas y las razones de
las obras de artesanía en el artesano. Se significa esto
en el arca por las tres cosas que en ella se guardaban,
que son principalísimas entre las humanas, a saber: la
sabiduría, representada en las tablas de la alianza; la
potestad gubernativa, significada por la vara de Aarón; la
vida, simbolizada por el maná, que había sido el sustento
del pueblo. Mediante estas tres coas también podían estar
significados tres atributos divinos; la sabiduría, en las
tablas; el poder, en la vara, y la bondad, en el maná, sea
a causa de su dulzura, sea porque misericordiosamente se
la dio Dios al pueblo y se conservaba en memoria de esta
misericordia. Estas tres cosas estaban también figuradas
en la visión de Isaías que vio al Señor sentado sobre un
trono alto y sublime, y le asistían los serafines, y se
llenaba la casa de la gloria de Dios y los serafines
decían: Llena está toda la tierra de su gloria. Los
serafines, pues, no se colocaban para rendirle culto, cosa
prohibida por el primer precepto de la ley, sino para
figurar el ministerio, como ya se dijo.
En el tabernáculo exterior, que significaba el siglo
presente, se contenían también tres cosas: el altar de
los perfumes, que estaba enfrente del arca; la mesa
de proposición, sobre la que se colocaban doce panes,
y que estaba de la parte del norte, y el candelero,
que estaba a la parte del mediodía. Estas tres cosas
parecen corresponder a las tres que se guardaban en el
arca y que representaban las mismas cosas más claramente.
Pues es necesario que las razones de las cosas se
manifiesten más claramente que las que se hallen en la
mente de Dios y de los ángeles, a fin de que las puedan
conocer los hombres sabios, los cuales están representados
por los sacerdotes que entran en el tabernáculo. Pues
mediante el candelabro, como un signo sensible, se designa
la sabiduría, que se expresaba en las tablas mediante
palabras inteligibles. Por el altar del incienso se
significaba el oficio de los sacerdotes, que consistía en
conducir el pueblo a Dios, lo que también era significado
por la vara; pues en aquel altar se quemaban perfumes de
suave olor, que significaban la santidad del pueblo, grato
a Dios. Dícese en el Apocalipsis 8 que por el humo de los
perfumes se significan las obras de justicia de los
santos. Luego razonablemente se significa en el arca
la dignidad sacerdotal por la vara, y por el altar de los
perfumes, que estaba en el tabernáculo exterior, pues el
sacerdote es mediador entre Dios y el pueblo y gobierna al
pueblo con el poder divino, significado por la vara,
siendo el fruto de su gobierno la santidad del pueblo, que
ofrece a Dios, como en el altar de los perfumes. La mesa
significa el alimento vital, igual que el maná; pero éste
es un alimento más ordinario y grosero; aquél, más suave y
más delicado. Con razón se ponía el candelero en la parte
meridional (Austral), y la mesa en la del norte (Aquilón);
porque la parte austral es la derecha del mundo; el
aquilón, la izquierda, según se dice en II De caelo et
mundo. Ahora bien, la sabiduría pertenece a la derecha,
igual que los demás bienes espirituales; pero el alimento
corporal, a la izquierda, según aquello de Prov 3: En
su izquierda están las riquezas y la gloria. El poder
sacerdotal está entre las cosas temporales y la sabiduría
espiritual, porque dispensa tanto la sabiduría espiritual
como los bienes temporales.
De estas cosas se puede añadir una razón más conforme al
sentido literal. En el arca se contenían las tablas de la
ley, para impedir el olvido de ésta; por lo cual se decía
en Ex 24: Te daré dos tablas de piedra, y las leyes y
mandamientos que escribí, para que se los enseñes a los
hijos de Israel. La vara de Aarón se colocaba allí
para sofocar las discusiones del pueblo sobre el
sacerdocio de Aarón. Por eso se dice en Núm 17: Lleva
la vara de Aarón al tabernáculo del testimonio y guárdese
en recuerdo de los hijos rebeldes de Israel. El maná
se guardaba en el arca para recordar el beneficio que Dios
había otorgado a los hijos de Israel en el desierto. Por
donde se dice en Ex 16: Llena un «omer» de maná y que
se conserve para las generaciones futuras, de modo que
conozcan el pan con que yo os alimenté en el desierto.
El candelero servía para ornamento del tabernáculo, pues
una buena iluminación demuestra la magnificencia de una
casa. Tenía siete brazos, según dice Josefo para
significar los siete planetas que iluminan al mundo. Y por
eso se ponía a la parte del mediodía, porque de aquella
parte giran hacia nosotros los planetas. El altar de los
perfumes tenía por objeto que hubiera siempre humo de
agradable olor en el tabernáculo, sea para quitar los
malos olores que podía haber provenientes de la sangre
derramada y de los animales degollados. Lo que es hediondo
se desprecia como vil; pero los hombres aprecian más lo
que huele bien. Se añadía la mesa para significar que los
sacerdotes, por servir en el templo, debían vivir del
templo. Y en memoria de las doce tribus se colocaban en la
mesa doce panes, de los que sólo era lícito comer a los
sacerdotes, como se lee en Mt 12. No se colocaba la mesa
en medio ante el propiciatorio, para excluir el rito de la
idolatría, pues los gentiles, en las festividades de la
luna, ponían una mesa ante el ídolo de la misma; por lo
que dice Jeremías 7: Las mujeres amasan la harina para
hacer las tortas de la reina del cielo.
En el atrio, fuera del tabernáculo, estaba el altar de los
holocaustos, en el que ofrecían a Dios los sacrificios de
aquellos bienes que el pueblo poseía. Por esta razón, el
pueblo podía asistir en el atrio a los sacrificios que por
manos de los sacerdotes se ofrecían a Dios; pero no podían
llegar al altar interior, en el que la misma devoción y
santidad del pueblo se ofrecía, sino sólo los sacerdotes,
cuyo oficio era ofrecer el pueblo a Dios. Este altar
estaba colocado en el atrio, fuera del tabernáculo, para
alejar el culto idolátrico, pues los gentiles ponían los
altares dentro del templo para inmolar en honor de sus
ídolos.
La razón figurativa de todas estas cosas puede tomarse de
su relación con Cristo, que en ellas era figurado. Se ha
de tener en cuenta que, en atención de la imperfección de
las figuras legales, fueron instituidas muchas figuras en
el templo para significar a Cristo. El mismo era
significado por el propiciatorio, por cuanto El es la
propiciación de nuestros pecados, según se dice en 1
Jn 2. Y era muy conveniente que fuese llevado por los
querubines el propiciatorio, pues de El está escrito:
Adórenle todos los ángeles de Dios, según se contiene
en Hebreos 1. El mismo Cristo es significado por el arca;
pues así como el arca estaba construida de madera de
acacia, así el cuerpo de Cristo se componía de miembros
purísimos. Estaba dorada el arca porque Cristo estuvo
lleno de sabiduría y caridad, que se expresan mediante el
oro. Dentro del arca se guardaba la urna de oro, esto es,
el alma santa, que contenía el maná, que simboliza toda
la plenitud de la divinidad. También estaba en el arca
la vara, es decir, el poder sacerdotal, porque Cristo
fue hecho sacerdote para siempre. Y las tablas del
testimonio, para significar que Cristo es el dador de la
ley. El mismo Cristo es también significado por el
candelabro, pues El mismo dice: Yo soy la luz del mundo;
y por los siete brazos, los siete dones del Espíritu
Santo. Él mismo es el alimento espiritual, según Jn 6:
Yo soy el pan vivo. Los doce panes significan los doce
apóstoles y su doctrina. También el candelabro y la mesa
pueden significar la doctrina y la fe de la Iglesia, que
espiritualmente nos ilumina y sustenta. El mismo Cristo es
significado por los dos altares, el de los holocaustos y
el de los perfumes, pues por El debemos ofrecer a Dios
todas las obras de las virtudes, sean aquellas con las que
afligimos la carne, que se ofrecen en el altar de los
holocaustos; sean las que gozan de mayor perfección porque
proceden del corazón, y que nosotros ofrecemos a Dios por
Jesucristo, mediante santos deseos, como en el altar de
los perfumes, según lo de Hebreos últ.: Por El
ofrecemos de continuo a Dios un sacrificio de alabanza.
7. Mandó Dios construir el altar para ofrecer
sacrificios y ofrendas en su honor y para sustentación de
los ministros que sirven al tabernáculo. Sobre la
construcción del altar dio el Señor dos preceptos: uno en
el principio de la ley (Ex 20), en que manda hacer el
altar de tierra o, a lo más, de piedras sin labrar;
y luego, que no hagan altar alto, de suerte que sean
precisos escalones para subir a él. Todo esto para
detestar el culto idolátrico, pues los gentiles levantaban
a sus ídolos altares ornamentados y elevados, en los
cuales creían que había algo de santo y divino. Por esto
el Señor mandó también en Dt 16: No plantarás árbol a
modo de bosque junto al altar del Señor, tu Dios. Los
idólatras solían sacrificar bajo los árboles, a causa de
la amenidad y de la sombra. El sentido figurativo de estos
preceptos es que en Cristo, nuestro altar, debemos
confesar la verdadera naturaleza corporal, cuanto a la
humanidad, y esto significa hacer un altar de tierra; y la
igualdad con el Padre, cuanto a la divinidad, y esto es no
subir por escalones al altar. Tampoco debemos admitir, con
referencia a Cristo, la doctrina de los gentiles, que
provoca lascivia.
Construido el tabernáculo en honor de Dios, no eran ya de
temer semejantes ocasiones de idolatría. Por esto ordenó
Dios fabricar el altar de los holocaustos de bronce, que
se destacase a la vista de todo el pueblo, y de oro el de
los perfumes, visible únicamente para los sacerdotes. El
bronce no era tan precioso como para provocar al pueblo a
la idolatría.
Mas, porque en Ex 20 se da la razón de este precepto:
No subirás por gradas a mi altar, lo que luego añade:
porque no descubras tu desnudez, se ha de advertir que
esto se decretó también para excluir la idolatría, pues en
el culto de Príapo se descubrían al pueblo las vergüenzas
del dios. Más tarde se prescribió a los sacerdotes el uso
de vestidos largos para cubrir sus partes naturales, de
suerte que ya, sin peligro, se podía ordenar esa altura
del altar, que, mediante algunos escalonesde madera, no
fijos, sino portátiles, subieran los sacerdotes oficiantes
al altar a la hora del sacrificio.
8. El cuerpo del tabernáculo estaba formado por
tablones derechos, interiormente cubiertos por cortinas de
cuatro colores distintos, a saber: de lino retorcido,
jacinto, púrpura y escarlata dos veces teñida. Estas
cortinas cubrían sólo los lados del tabernáculo; la
cubierta estaba formada por pieles de tejón, y sobre éstas,
otras pieles de carnero teñidas de rojo; todo bajo telas
de lona, que no sólo cubrían el tabernáculo, sino que
también descendían hasta el suelo, y cubrían por fuera los
tablones del tabernáculo. La razón literal de esta
cubierta era, en general, el ornato y la protección del
tabernáculo, para que fuese tenido en mayor reverencia. En
especial, según algunos, mediante las cortinas se
significaba el cielo de las estrellas, que es muy variado
a causa de los diversos astros; mediante las lonas, las
aguas que están sobre el firmamento; mediante las pieles
rojas, el cielo empíreo, en que moran los ángeles, y
mediante las pieles de tejón, el cielo de la Santísima
Trinidad.
La razón figurativa es que los tablones con los que se
construía el tabernáculo significan los fieles de Cristo,
de que se forma la Iglesia. En el interior, los tablones
estaban cubiertos de cortinas de cuatro colores, porque
los fieles están adornados interiormente de cuatro
virtudes, pues el lino retorcido, según la Glosa,
significa la carne que brilla con la castidad; las pieles
de tejón, la mente, que desea las cosas celestiales; la
púrpura, la carne, sujeta a las pasiones; y la escarlata
dos veces teñida, la mente, que resplandece con el amor a
Dios y al prójimo. Por la cubierta son significados
los prelados y doctores, en los que debe resplandecer una
conversación celestial, significada por las pieles de
tejón; la disposición para el martirio, significada por
las pieles rojas; la austeridad de vida y la paciencia en
las adversidades, por las lonas, que están expuestas a los
vientos y a las lluvias, como añade la Glosa.
9. La santificación del tabernáculo y de los vasos
tiene su causa literal en la mayor reverencia en que
debían ser tenidos, como destinados al culto por esta
consagración. La razón figurativa era que por esta
consagración se significaba la santificación del
tabernáculo viviente, que son los fieles, de que la
Iglesia de Cristo está formada.
10. En la ley antigua había siete solemnidades de
duración limitada y una continua, como se puede colegir de
Núm 28 y 29. Consistía la fiesta continua en la inmolación
del cordero por la mañana y por la tarde cada día. Este
sacrificio perpetuo significaba la perpetuidad de la
divina bienaventuranza.
De las solemnidades de duración limitada, la primera era
la del sábado, que se celebraba cada semana en
memoria de la creación de las cosas, según queda dicho.
Otra solemnidad, que se repetía cada mes, era la fiesta de
la luna nueva, que se celebraba para conmemorar la
obra del gobierno divino, pues las cosas inferiores
principalmente cambian según el movimiento de la luna, y
así se celebraba esta fiesta en el novilunio y no en la
luna llena, para evitar el culto de los idólatras, que en
tal tiempo sacrificaban a la luna. Estos dos beneficios
son comunes a todo el género humano, y por eso se
celebraban con más frecuencia.
Las otras cinco festividades no se celebraban una sola vez
al año, y en ellas se recordaban beneficios particulares
concedidos a aquel pueblo. Pues la Pascua se
celebraba el primer mes, para conmemorar el beneficio de
la liberación de Egipto. A los cincuenta días se celebraba
la fiesta de Pentecostés, para recordar el
beneficio de la promulgación de la ley. Las otras tres
fiestas se celebraban al mes séptimo, que casi todo era
para los hebreos solemne como el día séptimo. El día
primero de este mes era la fiesta de las Trompetas,
en recuerdo de la liberación de Isaac cuando Abrahán
encontró el carnero enredado por los cuernos, a quien
representaban los cuernos de que estaban hechas las
trompetas. Era esta fiesta como una invitación a
prepararse para la siguiente, que se celebraba el día
décimo, la fiesta de la Expiación, en memoria del
beneficio que Dios había concedido, perdonándole, a ruegos
de Moisés, el pecado de la adoración del becerro. Tras
ésta se celebraba la fiesta de los Tabernáculos,
durante siete días, para recordar el beneficio de la
protección divina y la conducción por el desierto, donde
habitaban en tiendas. Por esto en tal fiesta debían
tener frutos de los más hermosos árboles, es decir, de
limoneros, y ramas de árboles frondosos, esto es,
de mirto y otros odoríferos, de ramas de palmera y
sauces de los torrentes, que por mucho tiempo
conservan su verdor, cosas todas que se hallan en la
tierra de promisión. Con esto significaban que Dios los
había conducido por la tierra árida del desierto a una
tierra deliciosa. El día octavo se celebraba otra fiesta,
a saber: la de la Asamblea o de la Colecta,
en la cual recogían del pueblo lo necesario para los
gastos del culto divino. Esta significaba la reunión del
pueblo y la paz otorgada en la tierra de promisión.
La razón
figurativa de estas fiestas era: la del sacrificio
perpetuo del cordero, la perpetuidad de Cristo, que es el
Cordero de Dios, según lo que se dice en la
epístola de los Hebreos, capítulo último: Jesucristo es
el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. La del sábado
significa el descanso espiritual que nos concedió Cristo,
según Heb 4. Por el novilunio, que es el comienzo de la
luna nueva, se significa la iluminación de la primitiva
Iglesia por Cristo, mediante su predicación y sus milagros.
La fiesta de Pentecostés significa la venida del Espíritu
Santo sobre los apóstoles. La de las Trompetas, la
predicación de éstos. La de la Expiación, la purificación
del pueblo cristiano de sus pecados. Por la fiesta de los
Tabernáculos se significaba la peregrinación de los fieles
por este mundo, en que caminan adelantando en las virtudes.
La fiesta de la Asamblea y de la Colecta figura la
congregación de los fieles en el reino de los cielos; por
lo cual se decía que era la fiesta santísima. Estas
tres fiestas se sucedían, porque deben los purificados de
los vicios progresar en las virtudes hasta llegar a la
visión de Dios, como se dice en Sal 83. |