¿Justifica la ley nueva?
Objeciones por las que parece que la ley nueva no
justifica.
1. Nadie está justificado sino el que obedece a la ley
de Dios, según Heb 5: Cristo se convirtió, para todos
los que le obedecen, en causa de eterna salvación.
Pero el Evangelio no siempre hace que los hombres le
obedezcan, pues se dice en Rom 10: No todos obedecen al
Evangelio. Luego la nueva ley no justifica.
2. El Apóstol prueba a los Romanos que la ley antigua
no justificaba, porque con su venida creció la
prevaricación, según se dice en Rom 4: La ley provoca
la ira, pues donde no hay ley, no hay trasgresión.
Pero mucho más agravó la ley nueva la prevaricación, pues
es merecedor de mayor pena el que peca después de
promulgada la ley nueva, según lo de Heb 10: Si el que
menosprecia la ley de Moisés es condenado a muerte
irremediablemente con el testimonio de dos o tres, ¿Cuánto
mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotea al Hijo
de Dios? Luego la ley nueva, igual que la antigua, no
justifica.
3. Justificar es efecto propio de Dios, según aquello
de Rom 8: Dios es quien justifica. Pero la ley
antigua procedió de Dios, como la nueva; luego la ley
nueva no justifica más que la antigua.
Contra esto: Está lo que dice el Apóstol en Rom 1:
No me avergüenzo del Evangelio, pues es poder de Dios para
la salvación de todo el que cree. Pero no hay
salvación sino para los justificados; luego la ley
evangélica justifica.
Solución: Según queda dicho, dos cosas abarca la ley
del Evangelio: una, la principal, es la misma gracia del
Espíritu Santo, comunicada interiormente, y en cuanto a
esto, la ley nueva justifica. Por eso dice San Agustín en
De spiritu et littera: Allí, es decir, en el Antiguo
Testamento, fue dada una ley extrínseca que aterrorizaba a
los injustos; aquí, en el Nuevo Testamento, fue dada
interiormente una ley que justifica. Secundariamente a
la ley del Evangelio están los documentos de la fe y los
preceptos, que ordenan los afectos y actos humanos, y en
cuanto a esto, la nueva ley no justifica. Por esto dice el
Apóstol en 2 Cor 3: La letra mata, pero el espíritu da
vida. Y San Agustín, expone en el libro De spiritu
et littera que por letra se entiende cualquiera
escritura exterior al hombre, aunque sea de preceptos
morales, los cuales se contienen en el Evangelio. Por lo
que también la letra del Evangelio mataría si no tuviera
la gracia interior de la fe, que sana.
Respuesta a las objeciones:
1. Esa objeción procede de la ley nueva, no
considerada en cuanto a lo principal que hay en ella, sino
según lo que es en ella secundario, a saber, los
documentos y preceptos, impuestos desde fuera al hombre,
sea de palabra, sea por escrito.
2. La gracia del Nuevo Testamento, aunque ayude al
hombre a no pecar, sinb embargo no le confirma en el bien,
de modo que el hombre no pueda pecar; pues esto es propio
del estado de la gloria. De manera que si alguno, después
de recibida la gracia del Nuevo Testamento, pecase, es
digno de mayor pena, como ingrato a mayores beneficios y
despreciador de los auxilios que se le han dado. Ni por
esto se ha de decir que la ley nueva provoca la
ira, porque en sí misma nos proporciona un auxilio
suficiente para no pecar.
3. Un único
Dios es el que nos ha dado la ley antigua y la nueva; pero
de diverso modo, pues dio la ley antigua escrita en tablas
de piedra, y la nueva escrita en las tablas de carne
del corazón, según dice el Apóstol en 2 Cor 3. Por lo
cual dice San Agustín en De spiritu et littera:
Esa letra escrita fuera del hombre la llama el Apóstol
instrumento de muerte y de condenación; pero la otra, esto
es, la ley del Nuevo Testamento, la llama instrumento del
espíritu y de la justicia, pues por el don del Espíritu
obramos la justicia y nos libramos de la condena
correspondiente a la prevaricación. |